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Por lo menos 100 mil personas padecen hambruna en Sudán

La guerra civil impide sembrar campos o que llegue comida del exterior. Según ONU, la cifra de afectados llegará a 5 millones en julio.Organismos internacionales le han pedido al gobierno de Sudán que permita la entrada de alimentos, en especial en el sur del país.

Alimentarse con plantas

En ocasiones los dos bandos enfrentados han bloqueado la ayuda humanitaria y atacado a los cooperantes en función de sus intereses.

No es casualidad que Leer y sus alrededores sufran hambruna. La ciudad es un bastión de los rebeldes y es el lugar donde nació su líder, Riek Machar.

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Su rivalidad con el presidente Salva Kiir dio inicio a la guerra civil que ha causado decenas de miles de muertos y más de tres millones de desplazados.

Las huellas del conflicto están en todas partes: en las paredes calcinadas de las escuelas y los hospitales, en las ruinas de las casas y los edificios o en la miseria de un mercado que antaño prosperaba.

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Los habitantes, que deben huir una y otra vez de los combates, no tienen tiempo de sembrar ni recoger cosechas, y los soldados suelen robar o matar su ganado.

Así que comen plantas silvestres, cazan o pescan, y esperan una ayuda de emergencia que pocas veces llega.

"No basta", protesta Bol Mol, exagente de seguridad en un campo petrolífero, que lleva meses luchando por mantener con vida a su familia. "Ahora, la mayoría de la gente vive en las marismas. Si va hasta ahí y ve a los niños, puede echarse a llorar de lo mala que es la situación".

Abandonados

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En el resto del país, 4,9 millones de sursudaneses están en situación de insuficiencia alimentaria y necesitan ayuda, a menudo en los estados donde los combates son más violentos.

"El mayor problema es la inseguridad en algunas de esas zonas, que las convierte en lugares de muy difícil acceso", explica George Fominyen, un representante del Programa Mundial de Alimentos (PMA).

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Las organizaciones humanitarias aseguran que, cuando se declara la hambruna, suele ser demasiado tarde para muchas personas. Pero el anuncio de la semana pasada ha incitado al Gobierno a facilitar, al menos de momento, el acceso a las oenegés, que redoblan sus esfuerzos.

Ray Ngwen Chek, de 32 años, opina que la situación ha ido empeorando desde el inicio de la guerra. "No hemos plantado nada desde 2013, nada de nada. Uno no sabe si va a sobrevivir al día de mañana", dice. 

Los hospitales y las escuelas han cerrado sus puertas. Y los niños, que afrontan la violencia a diario y no tienen nada que hacer, "aprenden a manejar las armas" en vez de preparar su futuro, lamenta Ray.

Los habitantes de la zona se sienten abandonados por sus dirigentes y no se atreven a soñar con una salida política al conflicto. Pero Ray tiene clara una cosa: "la violencia no es la solución".

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