Eso cuenta uno de los más de 150 consumidores a los que a diario intenta ayudar Idiprón, que les brindan comida, hospedaje y la oportunidad de rehabilitarse.
“Me tomé dos cervezas y ahí empezó la recaída”, relata el joven que varias veces ha llegado al Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud de Bogotá y que en una ocasión pensó que se había recuperado, hasta que un trago se le atravesó en el camino.
Funcionarios de Idiprón salen cada día en un bus, desde las cinco de la mañana, iniciando el recorrido en el centro de la ciudad y hacen alrededor de diez paradas.
Muchos de los jóvenes con problemas de adicción reconocen que acceden a subirse solo para tener un baño y un plato de comida, pero otros intentan retomar sus vidas.
Wilfredo Grajales, director de Idiprón, señala que para ellos es muy difícil dejar las drogas porque “las ollas son como un imán”.
Sin embargo, agrega, la entidad busca darles al menos comida porque “más peligroso que el que está ansioso es el que tiene hambre, ese es violento y a la ciudad le haría mucho daño”.
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Updated: septiembre 11, 2018 01:48 p. m.