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Las bodas de diamante de la televisión colombiana

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Ahora es muy simple: usted se sienta en la comodidad del hogar, de la sala o su habitación y oprime un simple botón y allí está todo el mundo al alcance de los dedos. Desfilan entonces, al compás del ‘zapping’, los hechos de Colombia y el mundo, innovaciones tecnológicas, las novelas, los dramas, los filmes y programas de telerrealidad, entre una infinidad de contenidos.
Desde allí, tan cómodo, quizás ignore que la llegada de este invento a Colombia fue una lucha titánica, en la que el esfuerzo de miles de personas confluyó para que hace sesenta años, en apenas unos miles de aparatos se pudieran registrar las imágenes del entonces jefe de Estado. A partir de entonces, como un caudal brotaron las grandes producciones: desde el Niño del Pantano, pasando por Yo y tú… y así una larga serie de portentos que no caben en un simple artículo.
Tal vez lo ignore también, pero fue Fernando Gómez Agudelo el principal artífice del considerado entonces “milagro tecnológico” de aterrizar la transmisión de televisión en Colombia. Sobre él, con escasos 23 años, recayó el peso de una responsabilidad inmensa en diciembre de 1953.
El plazo, fijado por el general Gustavo Rojas Pinilla –entonces gobernante– fue  perentorio: ese sería el acto central de la conmemoración del primer año del ascenso al poder de la junta militar que derrocó a Laureano Gómez. La fecha: el 13 de junio de 1954. De eso ya sesenta años.
Sin saberlo, los colombianos al celebrar el cumpleaños del medio de comunicación que partió en dos la forma de entender el país, enfatizan en la fecha en la que en el país se fracturó una larga tradición democrática.
Las exigencias del general, como anotó Teresita Morales de Gómez en la conferencia ‘Crónica del nacimiento de la televisión en Colombia’, parecían bastante osadas para un país que aún se movía entre trochas al lomo de mula. La transmisión se haría desde el Palacio de San Carlos, entonces sede de Gobierno, desde donde se haría el cambio a los estudios ubicados en aquel entonces en los sótanos de la Biblioteca Nacional.
 “El inaugurar la televisión con un control remoto era una empresa tecnológica de una audacia suicida. Hacerlo desde un estudio era ya un desafío, pero hacerlo desde el Palacio de San Carlos era un salto al vacío. No había remedio: el presidente hablaría desde allí. Y desde allí había que dar cambio al estudio desde donde se emitiría el resto de la programación”, apuntó Teresita Morales.
En medio de la presión, Gómez Agudelo debió echar mano de todos los aspectos a su alcance. Viajó a Boston (EE.UU.) y La Habana, Cuba, y concretó en tiempo récord las negociaciones con empresarios alemanes que a la postre desembarcaron las antenas unidireccionales que se apostaron en puntos estratégicos del país.
La primera prueba se dio en mayo de 1954: “se enviaron imágenes de patrón de la televisora, la primera página del periódico El Tiempo y la imagen de una persona en movimiento. Esta señal se envía al transmisor del Hospital Militar y de ahí irradia para toda la ciudad”, narra la viuda de Gómez Agudelo.
En la víspera de la inauguración, prosigue su relato Teresita. “Esa noche lluviosa, fascinada con los bailes y los cantos, nuestra modesta capital de ochocientos mil bogotanos, no se preguntaba qué iría a salir al día siguiente y la verdad era que nadie sabía”, cuenta.

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