Un equipo de Noticias Caracol estuvo en los resguardos conociendo el trabajo que hace la guardia indígena para proteger a sus líderes y a sus comunidades.
Los días en la vereda Zumbico, resguardo de Jambaló, Cauca, transcurren en aparente calma. Unos viven de hacer panela, otros le apuntan a sacar cabuya de las matas de fique y otros al cultivo de trucha.
Todos quieren dejar atrás el tema de los cultivos ilícitos y ya están trabajando en ello, pero la voluntad del movimiento indígena se enfrenta a una dolorosa realidad: de la zona no salieron todos los hombres de las FARC.
“Estos grupos, como quedaron dispersos, ahora se están reorganizando y son las fuerzas de la mafia las que están instrumentalizando a estos milicianos para mirar cómo los ponen a salvaguardar los grandes intereses del narcotráfico”, dice Giovanny Yule, relaciones políticas del CRIC.
¿Pero cómo enfrentar a un enemigo tan espinoso en sus territorios sin caer en la trampa de la guerra?
“La guardia indígena es el mecanismo que ha permitido que la comunidad tenga unas personas, las cuales hacen el ejercicio de las alertas tempranas, las cuales convocan y dicen que está pasando en el territorio”, asegura Yule.
Hacen su trabajo armados de valor y con un pequeño bastón sinónimo de autoridad. Andrés Pilcué es coordinador de un punto de control, dice que la defensa más grande es la unión de la comunidad.
“En una vereda podemos ser unos 10 ó 15, pero nosotros somos solamente los que ayudamos a alertar a la comunidad y entonces ahí se vienen todos. La garantía es el apoyo de la comunidad”, dice.
Enfrentar sin armas a un ejército irregular es un ejercicio de resistencia pacífica frente a la barbarie de la guerra.
La guardia indígena ejerce control territorial como una medida de seguridad colectiva no solamente para sus habitantes, sino para sus líderes, que viven bajo la constante amenaza de los grupos armados. La comunicación es fundamental en el momento de la alerta.
“Contamos con medio de comunicación que es por radio, vereda por vereda y por zonas. Entonces eso es lo que hace alertar al resto de la comunidad”, sostiene Pilcué.
La guerra que se creía superada volvió a ser la pesadilla de las comunidades indígenas. En días así, la guardia no duerme. Los Kiwe Thegnas, como se conoce a los miembros de la guardia, realizan controles con requisas para garantizar la seguridad en los resguardos.
“Brindar la seguridad a los líderes, pero también a la misma comunidad, porque hoy el riesgo es colectivo”, dice Teodoro Coscuez, coordinador de puesto de control.
¿Qué pasa con los infractores?
Si en estos controles nocturnos o diurnos detectan a miembros de los grupos armados, estos son detenidos de inmediato. La ley es clara para los infractores, insumos que rompan la armonía en el territorio son destruidos.
“Si caen cargamentos de cultivos ílicitos en los sitios de control, las personas son capturadas, los vehículos son detenidos, el insumo que llevan es quemado, igual que las armas, son destruidas, no se le entregan a nadie”, asegura Liliana Guejia, derechos humanos ACIN.
Se inicia un proceso de investigación, rápidamente los capturados enfrentan un juicio y, lo antes posible, son sentenciados por la mayor autoridad, la comunidad.
“De una vez se toma la decisión de corrección y la justicia, que pueden ser años de cárcel o también tenemos centros de armonización”, dice Guejia.
Así funciona la justicia del pueblo nasa, una eficiente fórmula de gobierno con un poder soberano representado en sus Nej wesx, autoridades tradicionales que ejecutan el mandato de las comunidades en Jambaló.
“La guardia indígena no la tenemos para confrontarla con nadie, sino para cuidar el territorio y para que nos ayude a orientar, en las comunidades, el proceso político que nosotros ideamos”, sostiene Pablo Emilio Quitumbo, Nej wesx.
Un proceso político que busca el bienestar general, labrar la tierra, servirse de ella en forma racional, rechazar los cultivos ilícitos y defender costumbres ancestrales. Para lograr ese objetivo, las comunidades indígenas están dispuestos a ofrendar sus propias vidas.