Fotorreferencia.
“El viernes en hora pico un hombre aprovechando el tumulto del vagón del Metro me puso su mano en mi vagina mientras yo hablaba por teléfono. Colgué el teléfono, levanté mi brazo y le pegué un codazo en la cara con toda la fuerza que mi furia me dio”.
Así describe Giselly Mejía la agresión de la que según ella fue víctima en un vagón del metro de Medellín.
lean mi historia y expliquen cómo estamos seguras las mujeres y cómo medellín lo tiene todo? https://t.co/Lw6yj12moQ
— giselly mejia (@GianMeza) December 26, 2016
Publicidad
A pesar de lo grave del hecho, asegura ella, otras personas que iban en el sistema de transporte a esa hora la abandonaron, hicieron oídos sordos a su denuncia y siguieron su camino como si nada pasara. Otras, afirma la denunciante, apoyaron a quien la habría agredido.
“Después intenté buscar apoyo con la mirada. Las mujeres volteaban para otro lado calladas, con el rostro desfigurado de terror, los hombres desde el más joven hasta el más viejo empezaron a apoyar al manoseador”.
Publicidad
Esta es la historia de Giselly publicada por ella en las redes sociales:
“El viernes en hora pico un hombre aprovechando el tumulto del vagón del Metro me puso su mano en mi vagina mientras yo hablaba por teléfono. Colgué el teléfono, levanté mi brazo y le pegué un codazo en la cara con toda la fuerza que mi furia me dio. Al codazo lo siguieron palabras acaloradas como malparido, hijueputa, irrespetuoso me estabas tocando la cuca, alejate de mí imbécil.
Después intenté buscar apoyo con la mirada. Las mujeres volteaban para otro lado calladas, con el rostro desfigurado de terror, los hombres desde el más joven hasta el más viejo empezaron a apoyar al manoseador. Si no quiere que la toquen coja taxi, si no quieren que la toquen deje de parar el culo entonces, deje la gritería o quiere que paremos el Metro por una loca, alcemos todos las manos para que la señorita no diga que la estamos tocando y así. Le tomé una foto al manoseador y su respuesta fue escupirme mientras lo hacía. En fin, de un vagón entero donde había aproximadamente 100 personas nadie me apoyó. Antes de bajarme reteniendo las lágrimas de la ira, les dije a las mujeres que no tuvieran miedo, que por quedarse calladas era que seguía pasando; a los hombres les grité que ojalá se rieran cuando tocaran a sus hermanas, sus novias o sus mamás".