La mayoría fracasa porque son metas mal planeadas, es decir, establecidas de manera vaga y apresurada, según la Universidad de Scranton, en Pensilvania.
Lo mejor es fijar propósitos inteligentes que incluyen las siguientes características:
1. Propósitos específicos: definir en concreto qué es lo que se quiere; si es ahorrar la pregunta sería cuánto.
2. Medibles: evalúe periódicamente si el propósito se está alcanzando. Por ejemplo, si se trata de ahorro, ¿el dinero de cada mes está ahí?
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3. Asignables: ¿quién debe hacer cada cosa? Puede ser usted mismo, pero si es un propósito familiar debe asignar tareas concretas a cada integrante.
4. Realistas: los propósitos deben estar acordes con sus capacidades. Aunque claramente debe haber un desafío, no se fije metas que de antemano sepa que van a ser demasiado difíciles de cumplir.
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5. Tiempo límite: cada propósito debe tener un plazo fijado para su cumplimiento, y mejor aún, si el propósito se puede dividir en etapas entonces que cada una tenga un tiempo establecido.