Cuando el coronavirus comenzó su camino de contagio y muerte, el planeta entero tuvo que concentrarse en procesar la información para entender a qué se enfrentaba. Por eso los medios, sin más opción que entregarse al servicio, continuaron sin pausa su deber de informar.
Expuestos también a la enfermedad, los reporteros salieron a la calle, se metieron en hospitales, en casas, afianzaron nuevas fuentes, se apropiaron de lenguajes de científicos y aprendieron de estadística de un tema del que normalmente no vienen las grandes noticias, como es el de salud, según dice el periodista Rodrigo Pardo.
“Significó un ejercicio de periodismo diferente. Paradójicamente había más interés de lo normal en la gente por oír lo que nosotros teníamos para decir, porque al fin y al cabo se trataba de una pandemia de la cual éramos víctimas potenciales todos los hombres y mujeres con lo cual todos podríamos ser afectados”, precisó.
Para María Elvira Samper hubo muchos retos, entre ellos informar “con veracidad, sobre la base de datos científicos, de epidemiólogos, de infectólogos, de expertos, de luchar contra las noticias falsas, contra los prejuicios, contra la incertidumbre, contra la falta de confianza misma en las instituciones porque la gente no cree mucho en lo que le dicen”.
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Y el reportero ecuatoriano Carlos Rojas considera que el COVID-19 llevó a los medios a desvelar “la parte de la corrupción”.
“Ecuador vivió junto al destape de la pandemia la muestra de las grandes falencias, de las grandes corruptelas que había en el sector público y en la oscuridad social ecuatoriana manejadas por el Estado”, señaló.
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Para la colombiana María Elvira Samper, el coronavirus también hizo que “las desigualdades se desnudaran en una forma absolutamente obscena, sabíamos que existían, pero nos cayó como una bofetada en la cara, lo que hizo evidente el rezago en términos de política de Estado para hacer frente a esas yagas de nuestra sociedad”.
Paralelo al avance de la pandemia, al periodismo no le ha sido fácil contrastar los datos oficiales, la realidad ni la conveniencia de todas las medidas adoptadas, y uno de los ejemplos se encuentra en Brasil.
El reportero Rodrigo Cavalheiro habla de la posición adoptada por “el presidente (Jair) Bolsonaro, que al principio nombró la pandemia como una gripecita. Hace dos semanas ha dicho que la pandemia se está acabando, entonces es un personaje muy difícil de tratar, porque es el presidente, pero si le das todo el espacio que tiene la prensa a todas sus declaraciones es muy difícil saber qué peso tiene y qué peso quiere que tengan las declaraciones, incluso para sacar la atención de la prensa de otros temas más complejos como corrupción, administración”.
Según él, “hay un dato que ilustra muy bien lo que los hermanos latinoamericanos tienen que saber lo que está pasando en Brasil. En el primer momento de la pandemia, los números oficiales que son del Gobierno federal ya no salían en la hora en que empezaron a salir, como a las ocho de la noche, porque Bolsonaro ordenó que los números no salieran a esa hora para que no pudieran entrar en el principal noticiero del país”.
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Y es que para Pardo, es “inevitable” que los medios se pongan en manos de la información oficial, “lo cual no significa que sea lo deseable. Igual que en cualquier otra noticia, habría sido mejor contar con alternativas informativas, con distintas fuentes, pero es que cuando empezó la pandemia, pues ni siquiera los gobiernos estaban al tanto de qué era lo que estaba pasando”.
María Elvira Samper también cuestiona que no se pueda preguntar.
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“Me parece que en el programa del presidente (Iván Duque), muy cómodo dar información, pero no acepta preguntas ni hay posibilidades de concretarlo, él solo le da entrevistas a quien le dé la gana pa’ echar el rollo de siempre y realmente el control político, no solo desde el punto de vista del periodismo, sino del mismo Congreso, ha estado muy limitado”, afirma.