A pesar de todas las precauciones que tomaba, Michael Hetherington, el papá del pequeño, no pudo evitar contagiarse de COVID-19. Está en el negocio de la distribución de alimentos, por eso, a pesar de tener a su esposa embarazada en casa, tenía que salir a trabajar, pues la suya es una actividad esencial.
Esta familia de padres colombianos e hijos estadounidenses, que vive en Florida, EE. UU., se enfermó completica. Desde el más chiquito, Connor de 4 años, hasta la suegra, Martha de 62, pero la preocupación en ese momento era por el menor de los hijos, ese que aún no nacía y al que llamarían Logan.
Rossanna González Montaño tenía 39 semanas de embarazo, hipotiroidismo y una diabetes gestacional cuando dio positivo. Fue solo hasta cuando un doctor les explicó que no hay evidencia de contagio placentario de COVID-19 de madre a hijo que pudo estar más tranquila por la salud del bebé que venía en camino.
Como si fuera poco, les dijeron que necesitaban inducir el parto, por seguridad de Rossana y de su pequeño.
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Sin fuerzas y sin ningún tipo de anestesia, ella dio a luz a su tercer hijo en unas condiciones que podrían calificarse como surrealistas. Estaba aislada, rodeada de personal que se protegía de pies a cabezas de ella, una mamá convertida en agente infeccioso, y con un malestar que no se lo desea a nadie.
“Yo no podía sostener el aire porque me ahogaba y tosía. Le dije a la chica me estoy desmayando” cuenta Rossana, quien debía tener el tapabocas puesto durante en el proceso de parto.
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Además de ese doloroso momento, enfrentó otro: “cuando me entregan el bebé no me lo ponen sobre el pecho sino que me lo ponen en las piernas y me dice no lo puedes poner en el pecho. Es como no lo toques”. Y, luego, salió del hospital rumbo a casa si su recién nacido.
El bebé dio negativo a COVID-19, pero Rossanna y Michael aún eran, y son positivos, por eso en principio decidieron no entregárselos. Sin embargo, tras unos días los médicos decidieron que el pequeño podía ir a casa, pero sus padres y hermanos debían cumplir estrictos protocolos de bioseguridad.
Ahora, a través de caretas de protección, con guantes y de lejitos, esta familia le da la bienvenida a nuestro enrarecido mundo a ese pequeño que llegó en los tiempos del amor a distancia.