El expresidente del gobierno español habló sobre las movilizaciones en Latinoamérica y Colombia y el porqué cree que los jóvenes protagonizan estas marchas.
La turbulencia social es algo vigente, algo que nos ocupa hoy en el análisis de qué es lo que pasa con nuestros países. ¿Usted lo llamaría así? ¿Utilizaría esa palabra?
Felipe González: Sí, se parece a una turbulencia. En este mundo en el que se dice que la política es líquida, yo digo que es gaseosa. Sí, hay un elemento común a todo. ¿Cómo se le define? Hay una movilización, la movilización es multidireccional y tiene orígenes muy diversos. Se mueven los estudiantes, se mueven los trabajadores… Hay un elemento común: se mueven las clases medias emergentes que temen volver a una situación de partida que ya abandonaron. Se mueven aspiraciones de muchísimos jóvenes que viven con la incertidumbre de qué les depara el futuro. Pero el trasfondo es que el modelo financiero tecnológico dominante en el mundo, que vale para calificar qué pasa en China o qué pasa en Dinamarca, en EE. UU. o en Francia, genera mucha desigualdad en la redistribución del ingreso.
Esa desigualdad no es nueva. Digamos que se ha tramitado de diferentes formas, en algunos casos por los partidos políticos, por los liderazgos políticos y pareciera que en el actual momento hay una crisis de esos partidos. Eso es lo que está empezando a generar esas expresiones más espontáneas de los ciudadanos, clases medias que tienen mayor expectativa y quieren que se les siga cumpliendo su promesa.
FG: ¿Se han incrementado las desigualdades? Sí, en la redistribución del ingreso. Eso es compatible con que haya habido una disminución. ¿Eso es compatible con que haya habido una disminución de la pobreza? Sí. Eso es lo que resulta difícil de encajar. La redistribución del ingreso que se genera en el nuevo modelo de la economía globalizada o interrelacionada, etc., concentra mucho el ingreso en una parte muy pequeña de la población y lógicamente desiguala al resto de la población. ¿Pasa en América Latina? Sí. En Europa también se revuelven porque se nota que algo se resquebraja. Pero pasa en EE. UU. El poder adquisitivo del salario medio en EE. UU. es hoy igual que hace 35 o 40 años, mientras que el poder adquisitivo de las rentas altas se ha multiplicado con el propio producto bruto 20 veces. La desigualdad es flagrante y por tanto el elemento de desigualdad no es solo sobre la realidad presente, sino que también están absolutamente distorsionadas las expectativas.
Hay una buena parte del mundo, salvo Asia, con una nueva generación completamente convencida de que su futuro será peor que el de sus padres.
¿Por qué es tan difícil para los dirigentes actuales encontrar ese diagnóstico que a todas luces es casi evidente y que no se traslada luego a la política pública? ¿Por qué se insiste incluso en políticas pública que van en contravía de esa realidad?
FG: La crítica de la democracia es una crítica -sigue siendo el menos malo de los sistemas- injusta, frente a la que se reacciona cuando la democracia se pierde. La gente quiere democracia, pero mientras tanto se está deteriorando la democracia. Hay una crisis de representación. Hay lo que podríamos llamar orfandad representativa y eso ocurre mucho más en la juventud. La juventud no se siente representada. ¿Eso quiere decir que no se preocupa de la política? Es mentira. Se preocupa de todos los elementos fundamentales para la construcción de un proyecto político, pero hay una crisis de representación. Hay una distancia entre el representante y el representado, que es una distancia peligrosísima. Yo digo a veces, me acabo de reunir con jóvenes en Cartagena de toda América Latina y digo, miren, la democracia no garantiza el buen gobierno, solo garantiza que echamos al gobierno que no nos gusta.
¿Cuándo cambia la historia de un país? ¿Cuándo realmente se gestan los cambios?
FG: Todas las posiciones que llamo analistas y que se comprenden de estos que creen que cuando llegan son Adán y Eva y ahí comienza la historia, fracasan. Todos. Los únicos que con una vocación épica reformista tienen éxito son los que penetran aquellos elementos que definen el proyecto de país para todos. Si tú tienes ese proyecto de país y consigue apoyos mayoritarios, no necesariamente de un partido, ese país avanza.
Estamos viviendo en Colombia unos días muy especiales, por calificarlos así. ¿Es sostenible para un gobierno mantener la presión de la calle?
FG: Los sistemas tienen distintas válvulas de seguridad, los sistemas democráticos. Las tiranías como las de (Nicolás) Maduro solo tienen una válvula de seguridad: expulsar a 5 millones de ciudadanos o machacar a los que quedan y destruirlo todo. Colombia tiene una institucionalidad resiliente que es capaz de pasar por situaciones de conflictividad armada que dura décadas y la institucionalidad sobrevive, y hay un valor en ello que muy poca gente es capaz de apreciar, y agradezco que haya jóvenes que digan ‘no queremos que se vaya el presidente, queremos que gobierne teniendo en cuenta la realidad para todos. Y queremos que se más -lo traduzco yo- de conformar una mayoría parlamentaria para llevar adelante un programa de gobierno para todos’. Eso es la aspiración.
Esta turbulencia colombiana puede venir justamente del posacuerdo, un poco un país que reacciona diferente, que cambia las armas por las cacerolas…
FG: Menudo avance civilizatorio.
Algunos creen que no.
FG: A ningún dirigente político, de verdad, créame, le gusta oír un cacerolazo. Pero si a mí me dan a elegir entre el cacerolazo o fusiles ametralladores o bombas, cacerolazo, por favor.
¿Qué puede sostener al gobierno del presidente Duque en función de no continuar decididamente en la implementación del acuerdo, aunque ellos dicen que sí están avanzando en la implementación del acuerdo?
FG: Yo he tenido una larga conversación con el presidente Duque y estoy esperando que en algún momento aterrice con la escalera en la realidad palpable de implementación de los acuerdos. Yo creo que lo vamos a hacer. Hablé con el presidente Duque y creo que lo vamos a hacer. Para intentar que esta especie de disociación entre lo que se hace y lo que algunos dicen desaparezca, porque confunden.
¿Pareciera que ahí hay un conflicto o no lo ve así?
FG: Sí, como en todas partes, con características propias. Aquí hay un elemento completamente transversal, y es que se ha vivido en el conflicto y ahora se vive en un proceso de implementación de la paz, de implementación de los acuerdos. Siempre ha sido más fácil y mucho más destructivo hacer la guerra que construir la paz, siempre. La complejidad de la construcción de la paz tiene que atender a las víctimas, a los desplazados, al desarrollo inclusivo, a la ocupación del territorio con representación, esa es una construcción difícil, pero esa es la gran oportunidad de Colombia. Atraviesa todos los demás movimientos de reivindicación. Quiero mejor educación. ¿Es posible sin avanzar en el camino de la paz? Quiero mejorar las retribuciones, los salarios, los grandes servicios, la sanidad, etc. A esto le tengo respuesta y lo dejo como pregunta: ¿Hubiese sido posible este tipo de movilizaciones, si tuviéramos omnipresente la amenaza de las FARC y de la guerra? Creo que no. Si ahora es posible, ¿eso es bueno o es malo? Parece bueno que la gente respire.
¿Cómo se canaliza el descontento que hay detrás de la exigencia de mayor igualdad y de mejores servicios? Esa es la gran tarea del gobierno. Esa es la gran tarea de las cámaras, de los representantes. Pero aquí y en Chile.