El sol, por ejemplo, estimula la producción de sustancias benéficas como la vitamina D y sentirlo en la piel le produce al cerebro una sensación de placer.
Varios estudios han señalado que la forma de sentir, de comportarse, es influenciada por el clima.
Muchos coinciden en que los días lluviosos los hacen sentir tristes, melancólicos y hasta agresivos.
Incluso las temperaturas del lugar donde se nace y crece moldean en cierto grado la personalidad.
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De hecho, existe el trastorno afectivo estacional, que padecen algunas personas que viven en países donde tienen estaciones: en invierno, cuando baja la luz natural, suelen aparecer pensamientos negativos, síntomas de depresión o ansiedad.
Otras investigaciones aseguran que en los climas extremos las personas son más propensas a identificarse como introvertidas.
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Sin embargo, no se puede generalizar, pues existen quienes en día lluviosos se sienten inspirados o románticos.