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Las Hernández, una familia fracturada por el atentado al club El Nogal

Blanca perdió a su esposo y padre de sus dos hijas, Yeny y Adriana, quienes en ese entonces tenían 9 y 8 años. El cocinero Marco Hernández fue una de las 36 víctimas del terrorismo en El Nogal.

Las Hernández, una familia fracturada por el atentado al club El Nogal

Fueron 36 familias las que perdieron sus seres amados en El Nogal. Una de las víctimas fue el cocinero Marco Hernández, un boyacense que llevaba cuatro años en el club y quien ese día por cosas del destino fue trasladado de su cocina en el piso 11 al piso 7 para reemplazar a una colega que estaba incapacitada.

El terrorismo dejó esa noche decenas de huérfanos, inocentes que perdieron lo que más amaban, parte de sus familias. Como es el caso de las Hernández, las mujeres de una familia a la cual un carro bomba les arrebató a Marco, el esposo y padre, el hombre de la casa. Blanca, viuda de Marco, recuerda que ese día, la llamaron al teléfono para contarle de la explosión en El Nogal.

"Hubo un corto en el club y algo está pasando. No eso no fue un corto, eso fue una bomba que pusieron en El Nogal y a uno le pasa de todo por la mente, por la cabeza, por la vida de uno. Yo pensaba en mis hijas”, cuenta Blanca Dueñas de Hernández, viuda del atentado a El Nogal.

Blanca guardó la esperanza de Marco estuviera con vida, pues él trabajaba en el piso 11. Por eso se acercó a José Luis Rodríguez del Canal Caracol para que en hospitales ayudaran a buscar a su esposo.

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“Entonces, los señores de Caracol me dijeron: ‘tranquila, tranquila, nosotros lo vamos a encontrar, lo único que le pedimos es que apenas lo encontremos nos avise’”, recuerda Blanca.

Yeny y Adriana eran muy pequeñas, tenían en ese entonces 9 y 8 años. Para ellas su papá era su todo.

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“Nos quitaron a nuestro papá, a mi mamá la dejaron sola porque mi mamá desde que falleció mi papá, mi mamá se queda sola. Entonces, nos acaban la vida y nos toca con lo que hay salir adelante”, dice Yeny Paola Hernández hija de Marco.

“Tener y perder es muy duro. Cuando uno nunca ha tenido, uno no extraña, pero pues sí es duro haber perdido a mi papá, saber que lo perdimos como tan cruelmente”, manifiesta Adriana Hernández, hija de Marco.

Han pasado 20 años en donde Blanca y sus hijas han sido como invisibles a la tragedia.

“Pues para mí, el Estado y el gobierno nunca se dieron cuenta de que hubo una bomba en El Nogal porque a nosotros nunca nos han tenido en cuenta para nada”, asegura Blanca.

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Hay un olvido por parte del Estado con las víctimas, no solo con nosotras, me refiero con todas las víctimas que tiene Colombia a lo largo de estos 50 años de conflicto”, señala Yeny.

La Fundación Nogal, creada después del carro bomba, les dio la mano a los huérfanos. Hoy Adriana y Yeny son profesionales.

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La fundación se preocupó mucho por el tema educativo de nosotros y algo que siempre agradezco es que nunca nos impusieron, por ejemplo, una universidad, un presupuesto, siempre como que estaba muy abierto el tema donde quieran estudiar, lo que quieran estudiar”, comenta Adriana.

Para ellas, si bien hubo un proceso de paz, las heridas aún no sanan, porque la justicia nunca existió.

“Por ellos estoy sola, por ellos mis hijas se quedaron sin un papá”, dice Blanca.

“Para nosotros no ha habido reparación, no va a haber reconciliación porque, pues, para que haya una reconciliación ambas partes deben estar en la misma disposición del perdón y reitero de mi parte no hay perdón, ni hay olvido”, exclama Yeny.

Adriana dice que su papá presentía el atentado y por eso les hizo firmar una promesa.

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“Voy a pedirles tres favores nos dijo: estudien, porque no quiero que se quemen las manos como nos tocó a nosotros y dijo no peleen y cuiden mucho a su mamá. Creo que era lo único que me hacía falta realmente por cumplirle era, pues como terminar mi carrera y decirle como lo logramos y vamos para adelante”, asegura Adriana.

Hoy, 20 años después del atentado al Nogal, las Hernández solo quieren tener vivo el recuerdo de un padre que un día se fue a trabajar a un gran club y los violentos cegaron su vida.

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