“Llegó a dejar un domicilio, yo estaba almorzando, no tenía el tapabocas y le dije: ‘espere lo anunció. Mientras tanto siéntese’. Vio el gel ahí encima del mesón y me dijo: ‘Hermano, ¿será que me puedo aplicar gel?’. Le dije ‘sí, con mucho gusto’. Y en ese momento carraspeó y recibí el virus prácticamente”, recuerda Armando Salazar.
Entonces, comenzó la lucha para este hombre: duró 10 días en estado de coma y 10 más hospitalizado sin saber que, días después de su ingreso al hospital Simón Bolívar, su esposa estaría librando la misma batalla.
“Yo la infecté a ella, pero sin culpa”, se lamenta.
Martha Sofía Marín, esposa de Armando, relata que “no podía comer, tenía vómito soltura y aparte de eso una amargura en la boca que, yo veía la comida, y… Sinceramente mis embarazos no habían sido tan duros como eso”.
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Pero gracias al personal médico y su temple, ahora pueden cantar victoria: se recuperaron tras mes y medio dando la batalla.
“Ellos arriesgan la vida por salvarlo a uno, el trato fue excelente”, dice Armando.
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Después de 33 años de casados, ambos sienten que este desafío les permitió fortalecer su matrimonio y darle un nuevo propósito a su vida.