Carlos Sabogal dijo que se abstuvo de mantener el servicio haciendo domicilios “por respeto a la clientela”.
“Es por instinto de conservación del lugar, la imagen del lugar”, recalcó.
Sostuvo que no es lo mismo prestar un servicio a domicilio que “decir buenos días, hay un mensaje en el rostro de la persona que llega y de nosotros al atenderlo también”.
Él es la sexta generación de la familia que fundó La Puerta Falsa en 1816, aunque ya hay dos más con sus 8 hijos y 22 nietos.
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Contó cómo un tiempo brindaron servicio 24 horas, pues las rotativas de los grandes medios estaban alrededor del sector.
Por mutuo acuerdo, decidió liquidar a sus empleados y cerrar el restaurante.
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Confía en que sus puertas puedan abrirse nuevamente cuando el Gobierno dé el aval tras superar la crisis por el coronavirus.
Sabogal dijo que a este negocio familiar llegan quienes siente amor por el lugar y por los clientes que lo frecuentan para disfrutar no solo de sus desayunos y comida, sino de los 16 productos que han ofrecido durante dos siglos y que también son elaborados por empresas tradicionales como la suya.
Según él, que por su edad debe estar en aislamiento obligatorio, “me tienen castigado para que mis últimos días, aparte de no poderlos disfrutar, me dedique a la meditación”.
“Nos encerraron para sacarnos algún provecho, no para darnos un beneficio como el sol que está haciendo hoy”, remató.