Desde hace casi una década más de 700 venderos se ubican allí a diario para ofrecer toda clase de objetos.
Sin embargo, algunos de los comerciantes que hoy se apostan a la intemperie sobre una acera en los bajos del metro de Medellín (avenida Bolívar entre calles 53 -Maracaibo- y 56 -La Paz-), llevan ya tres años en ese lugar luego de que se diera el desalojo al Bazar de Los Puentes, según las autoridades, por algunas irregularidades en la venta de sustancias prohibidas.
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Todos los días, ese comercio informal se transforma en una especia de mercado persa: desde las 6:00 a.m. comienzan a llegar los primeros rebuscadores toman un espacio, ubican sus productos en el suelo como si este fuera una estantería (aunque algunos cargan con sus improvisadas repizas) y comienzan su batalla contra el tiempo por sobrevivir.
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El primer reto de la mañana es que la lluvia no dañe el día, el segundo bajar bandera -lograr la primer venta- y el tercero alcanzar un flujo de dinero suficiente que alcance para pagar sus obligaciones diarias: alimentación, arriendo, extorsiones, etc.
En ese lugar, el adagio que reza que es más fácil encontrar una aguja en un pajar queda hecho trizas, pues allí se consiguen útiles escolares, tornillería, relojes, muñecas, juguetes, ropa usada, electrodomésticos, libros y antigüedades, entre otros, a costos que parecen increíbles: mil, 2 mil, 3 mil pesos son los precios que más se repiten, pero también hay pinturas, obras antiguas y prendas de vestir que pueden rondar en los 50 mil y 200 mil pesos.
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