Con un abrazo, los esposos Salomón Torres cierran un capítulo que marcó sus vidas cuando a Farlix le diagnosticaron COVID-19 en Tadó, Chocó.
El calvario inició el 30 de mayo con fiebre muy alta, dolor de cabeza y malestar en el cuerpo y pecho. Tres días después se trasladó al hospital, pero su situación empeoró y necesitó una unidad de cuidados intensivos de urgencia. Lo llevaron a Quibdó.
“Prácticamente no contaba con que él podría vivir. Los doctores le daban 72 horas, él llegó aquí a la clínica infartado”, dice su esposa María Lubia Salomón.
La doctora Carmen Gómez, quién atendió a Farlix, asegura que nunca había recibido un paciente con un estado de salud tan deteriorado: “Tuvo parada cardiaca, se murió. Logramos recuperarlo, reanimarlo. Estuvo en un momento de agitación con una vía aérea difícil, cursó con falla renal, cursó con desacondicionamiento físico, desnutrición y delirio”.
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Ante este panorama, María Lubia Salomón, la esposa de Farlix, pensaba que no lo volvería a ver: “yo decía no, él va a salir. Y gracias a Dios, él escuchó mis plegarias, las oraciones que les pusimos todos y ahí está el resultado, Dios sí existe”.
El hombre logró recuperarse y salir caminando del hospital. Lo primero que hizo fue abrazar a su esposa, luego, agradeció a los médicos y dejó un mensaje: “Esta enfermedad si es mortal, que se cuiden, que esto no es un juego”.
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María y Farlix, después de esta dura prueba de la vida, entendieron que el amor todo lo puede y que el miedo jamás será más grande que la fe.