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El fútbol es como la vida y todo puede cambiar en un segundo ya sea por cuestiones del azar o decisiones propias. Muchas sueñan con llegar a los más alto de este deporte, sin embargo, pocos lo logran y son muchos los que se quedan a mitad de camino. Esta es la historia de un exjugador colombiano que jugó con figuras como Jhon Durán, Daniel Muñoz y Mateus Uribe, que luego se volvió ludópata y que ahora vende alimentos para perros. En Gol Caracol charlamos con Juan Esteban Jiménez, de 29 años, quien realizó todo su proceso formativo en Envigado FC y que se retiró prematuramente del balompié profesional.
Esteban nació en Medellín y desde muy pequeño le gustó el fútbol por ser la afición de su padre. Empezó jugando de delantero y posteriormente descubrió la posición que le gustaba. "Nunca me gustó correr y en un entreno me vi corriendo mucho y vi a los arqueros sentados. Dije, soy grande, me voy a ser arquero, ellos trabajan más tranquilos, pensé yo en ese momento cuando realmente es el que más duro trabaja", contó sobre la verdadera razón que lo llevó a jugar bajo los tres palos.
Su gran estatura y sus reflejos le permitieron brillar en Arco Zaragoza, un club reconocido de la región que habitualmente destaca en el Pony Fútbol. "Me fue bien, me convocaron a la Selección Antioquia Infantil, luego a la Juvenil y a los 16 años ingresé a la cantera del Envigado", recordó Jiménez.
En ese momento, Esteban tuvo la posibilidad de compartir con futbolistas que después tuvieron carreras importantes. "En Envigado, en el arco estaban Jimmy Smith, Víctor Soto, Santiago Londoño y Jefferson Martínez. Y destacaban mucho en la plantilla profesional Alexis Zapata, Mateus Uribe y hasta compartió con Jhon Durán. Ya en selecciones Antioquia y Colombia hice parte de una generación muy buena con jugadores como Marlos Moreno, Brayan Rovira, Daniel Muñoz y Luis Vásquez", remarcó sobre aquellos inicios.
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A los 17 años hizo parte de la plantilla profesional, pero no se pudo consolidar y apenas sumó algunos minutos en la Copa Colombia. "Santiago Londoño y Jefferson Martínez eran unos animales y unas bestias para tapar, además nunca se lesionaban", argumentó sobre su poca regularidad en el conjunto 'naranja'.
En busca de más oportunidades, en 2019, Esteban acepta ser cedido a Atlético FC, del Torneo de Ascenso. Con la escuadra vallecaucana consigue ser titular y destacar en varios partidos. A mitad de ese año regresa a Envigado con la ilusión de ser el segundo arquero porque Martínez se marchó al Junior y Londoño quedaba como el inicialista. Si bien el panorama era alentador, todo se vino abajo.
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En un partido de pretemporada, Esteban cometió un error en el arco que le costó un gol contra Once Caldas. Al término del juego, el DT Eduardo Lara le dijo que Londoño y él eran muy jóvenes y que iba a pedir un arquero de experiencia. "Trajo a Ernesto Hernández. Me peleé con los directivos, me 'borraron' seis meses y me mandaron a entrenar con la Sub-20. Yo era rebelde, una vez había un partido con los juveniles en el Chocó y no quería ir. Me pusieron y dejaba pasar todo, ni me tiraba", dijo con sinceridad el ex guardameta.
A finales de 2019 estaba decidido a renunciar al equipo, pero surgió una opción en la segunda división de China. Tenía todo listo y la pandemia del Covid-19 llegó pare cerrarle esa puerta y otra más que tuvo en un club de Panamá. Su última chance fue Fortaleza CEIF, sin embargo, no fue aprobado, tras presentar las pruebas.
En medio de ese desalentador panorama, Esteban se volvió ludópata. Su decisión fue dejar el fútbol y pidió la liquidación al Envigado. "Perdí todo el dinero, fueron unos 60 millones de pesos. Hasta vendí mi carro para apostar, me encantaba la ruleta. Cuando ya prácticamente no tenía nada, me quedé con 50 mil pesos y se los regalé al taxista que me llevó del casino a la casa", recapituló con nostalgia.
Con el fútbol desechado, Esteban optó por vender arepas para subsistir y posteriormente tuvo un emprendimiento vendiendo artículos de oro laminado. Sin embargo, una visita al veterinario por un malestar de sus perros le dio la idea de montar la empresa que en la actualidad lo tiene 'facturando': "Me recomendaron darle BARF (Alimento crudo biológicamente apropiado) a mi mascota. Me puse a investigar y me gustó el tema. Tenía dos millones y medio en una tarjeta de crédito, mi papá me prestó esa misma cantidad y me compré un molino que procesaba 500 kilos por hora".
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Como todo negocio, en un comienzo las cosas no fueron fáciles, pero el producto gustó. "En Max Food, vendíamos a conocidos y amigos 60 kilos los fines de semana; ahora despachamos 10 toneladas por todo el país y tengo 16 empleados", reveló sobre lo bien que le va en su nuevo trabajo.
Con 29 años, Esteban es feliz con su empresa y de vez en cuando se 'echa' sus partidos con los amigos. "Lo entregué todo por el fútbol, pero la vida me tenía preparado para otras cosas", dice sin arrepentimientos, pese a los duros golpes que le dio la pelota.
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