
Antes del atentado, antes del dolor y la incertidumbre, hubo una historia de amor que lo cambió todo. María Claudia Tarazona y Miguel Uribe Turbay se conocieron en medio de una campaña política, pero lo que comenzó como una relación profesional pronto se transformó en algo más profundo. No fue fácil. Ella, madre de tres hijas, mayor que él por seis años, no creía que una relación entre ambos fuera posible. Los Informantes habló en exclusiva con ella.
“Es una historia muy linda porque Miguel no se enamora de María Claudia, se enamora de lo que soy yo como mamá y como mujer en torno a una familia. Lo primero que yo siempre digo, ‘Hola, mi nombre es María Claudia y tengo tres hijas’, o sea, yo soy un combo”, recordó en Los Informantes.
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Miguel, sin embargo, no se dejó intimidar por ella. “Me dice, ‘Mire, Claudia, yo tomé una decisión de vida’, y yo le dije ‘cuéntame cuál’, me dice ‘es que yo decidí que quiero pasar el resto de la vida contigo... yo quiero tener un hijo contigo y yo quiero tener una persona como tú el resto de mi vida’... le dije que estaba loco”, relató.
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La conquista no fue sencilla. “Le tocó trabajar duro y parejo, me compuso canción, me mandaba flores. me llamaba, entonces un día lo llamé y le dije, ‘Mire, Miguel, yo lo voy a bloquear, no puedo con esto’... Y después de unos meses yo dije, ‘Pero yo por qué me voy a perderte esto, o sea, un amor tan lindo, ¿por qué? O sea, ¿qué es lo que me da miedo?’ y entonces, pues le dije a Miguel que sí, eso es como un cuento de hadas”.
En 2016 se casaron. Años después, llegó Alejandro, el hijo que ambos soñaban. “Yo me moría por tener un hijo de mí, yo decía, ‘¿Cómo será eso? ¿Cómo será Miguel de papá?’, eso tiene que ser un regalo de la vida y de Dios impresionante, ver a Miguel siendo papá es yo creo que las cosas más dolorosas de este proceso. Miguel me dijo un día, ‘No me voy a perder un minuto de la vida de Alejandro’”.

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El atentado que lo cambió todo
El 7 de junio, la vida de María Claudia cambió para siempre. Miguel fue víctima de un atentado y recibió un disparo en la cabeza. Desde ese momento, ella no se ha separado de su lado. “Yo logro llegar de Fontibón a la Santa Fe con Miguel. Yo iba en la ambulancia que conseguimos y yo iba sosteniendo la cabeza de Miguel entre mis manos. El neurocirujano le iba teniendo el cuello y ayudándolo sostener y yo le iba diciendo, ‘Miguel, no te mueras, tenemos que llegar, tienes que ver a tu hijo, lo tienes que volver a abrazar. Vuelve a mí, no te vayas, quédate conmigo’. Y lo logró”.
Las primeras horas fueron una pesadilla. “Los 15 minutos más largos de mi vida. Cuando llegamos y operan a Miguel y nos dicen, ‘Miguel sobrevivió a la operación’, pues obviamente un alivio, pero en algún momento yo subí a cuidados intensivos y unos médicos me dijeron ‘Miguel entró en muerte cerebral’. Entonces yo dije ‘¿Qué significa eso?’, y me volteé y miré a otro médico, le dije ‘¿Miguel se va a morir?’ y me dijeron que sí. Le dije ‘¿Qué tantas horas tengo?’, entonces me dijeron ‘es cuestión de horas’”.
El adiós que se convirtió en milagro
Con el corazón destrozado, María Claudia reunió a sus hijas para prepararlas. “Y les dije ‘Miguel no lo logró, Miguel se va a morir. Mándenle un mensaje a Miguel’. Muy importante el poder despedirse”.
Con los audios de las niñas en su celular, fue a despedirse de su esposo. “Yo voy a la clínica con los audios de las niñas en mi celular, entro a despedirme de Miguel, me acuesto encima de él y le digo ‘amor lindo, hiciste un trabajo maravilloso. No solamente en nuestra familia, con nuestro hijo, con las niñas, conmigo, con tu papá, si no que hiciste un trabajo maravilloso en Colombia y vete tranquilo, que mi promesa es yo voy a estar aquí para Alejandro, que es tu mayor tesoro, lo voy a cuidar con todas las fuerzas de mi corazón y cuando Alejandro tenga hijos y sus hijos tengan hijos y esos hijos vayan a tener hijos, te voy a ir a buscar y va a haber una segunda oportunidad para ti y para mí. Vete a buscar los brazos de tu mamá que yo me hago cargo’”.
Pero cuando todo parecía perdido, ocurrió lo inesperado. “Me devolví para la clínica y cuando llegué me dice el doctor Hakim ‘es otro paciente, otro cerebro y Miguel se está recuperando’”.
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Desde entonces, María Claudia ha aprendido a vivir un día a la vez. Tiene 45 años y, aunque el dolor se siente en cada palabra, también se percibe su fortaleza.
Sobre el estado de salud de Miguel, que lleva más de un mes en cuidados intensivos, ha decidido no compartir detalles. Respeta el acuerdo con el equipo médico de la Fundación Santa Fe y solo habla del tema con su familia y los doctores.

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La ausencia que duele
Hace pocos días fue el grado de Alejandro del kínder. Miguel no pudo estar. “Y ha sido muy doloroso para mí ver a Alejandro sin su papá y pensar que Miguel se está perdiendo cosas de Alejandro que no van a volver y que no sabemos cuándo. Ni sabemos si sí. No sabemos nada. Miguel está batallando fuertemente de la mano de Dios por volver a los brazos de su hijo. Y volver era a mí. Es que fue muy cortico, llevamos muy poquito tiempo. 14 años no es nada”.
Para sentirlo más cerca, María Claudia lleva colgada al cuello la argolla de matrimonio de Miguel.
A pesar de todo, su confianza en el equipo médico es total. “Está en las mejores manos, lo he visto. El doctor Hakim es un ser humano impresionante. Tiene la bondad en sus ojos, la firmeza en sus manos y el corazón para que esto haya sido el proceso más amable dentro del caos más absurdo que puede vivir una familia. Entonces, mi total confianza, mi total agradecimiento y ellos me irán guiando en el camino”.
La Fundación Santa Fe se ha convertido en un lugar de oración. Amigos, familiares y desconocidos se han acercado a acompañar a la familia. “Yo siento que Dios está obrando en la vida de todos los colombianos y que ese amor, esa fe y esas oraciones es lo que me tienen a Miguel vivo. Esa oración lo está sanando. Esa oración hace parte del milagro”.
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María Claudia no pierde la esperanza. “Eso es lo que yo quiero, que vuelva el esposo, el papá, el hijo, el amigo. Me sueño con verlo caminar de nuevo por acá, tocar su piano”.
Mientras tanto, sigue firme, aferrada al amor que construyeron, al hijo que los une y a la fe que la sostiene.