Para hacer más creíble la noticia de su deceso, Hajdar Lila, ciudadano de Fushe-Kruje, una pequeña localidad cercana a Tirana, colgó afiches con el anuncio necrológico, con su foto y datos personales.
"Hace cuatro años y medio que he vuelto de Canadá y ni mis hijos, ni mis hermanos, como tampoco mis primos han venido a tomar un café a mi casa", se quejó Lila en declaraciones que publica el diario "Shqiptarja.com".
El anciano había pasado muchos años viviendo en Grecia y Canadá, desde donde, dice, siempre envió dinero a su familia.
Recuerda con nostalgia aquellos años cuando sus familiares y amigos se mostraban muy amables con él, pero aparentemente solo por el dinero y regalos que les enviaba desde el extranjero.
Publicidad
"Mientras estuve en Canadá ayudé cuanto pude a todos con dinero. Yo tenía muchas ganas de volver a mi patria y vivir con mis seres queridos. Pero ahora que estoy aquí y no me queda dinero nadie me hace caso", se lamenta el anciano.
Ni siquiera este último aunque tétrico esfuerzo por reunirse con sus familiares tuvo una gran acogida, pues solo su hija mayor acudió a su casa, claro que no para celebrar su cumpleaños, sino para asistir a la presunta ceremonia fúnebre.
Publicidad
Tras esta experiencia ha dejado un claro mensaje para el día de su muerte verdadera, que no aceptará a nadie en el cementerio, con excepción del sepulturero.
"A la gente hay que respetarla mientras esté viva: muerto ya no sirve", indicó el anciano con rabia al diario.