Solo pasaron tres meses y el pequeño Samy, al reencontrarse con su mamá, la ignoró en una escena que quiebra el corazón.
A propósito de este y otros casos, el gobierno de Estados Unidos admitió que los niños migrantes separados de sus familias han padecido problemas sicológicos como miedo, estrés y sensación de abandono.
El reporte del departamento de salud y servicios humanos reveló que estos menores enfrentan secuelas más graves y muchas veces irreversibles.
“Van a tener consecuencias crónicas. Esas consecuencias van a ser psicológicas y fisiológicas, van a desarrollar cáncer, ansiedad, depresión y cualquier otra enfermedad psicosomática por todas estas situaciones que están pasando”, explica la psicoterapeuta Elizabeth Delicio.
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Ese trauma extremo es un reto para los terapeutas de salud mental, que no pueden tratarlos de manera eficiente, pues no se sienten preparados para manejar esos traumas. Por el poco tiempo que pasan con ellos, no pueden dar la atención necesaria.
El reporte señala, además, que en algunos centros para menores migrantes no investigaron los antecedentes de los empleados, contrataron personal sin la educación mínima requerida y enfrentan dificultades para contratar y mantener a los empleados.
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