Ellos son los médicos Juan Rodrigo Moreno y Érika Zumaqué, su escudo contra la muerte es un traje de bioseguridad y el tapabocas. Ambos saben que deben librar una batalla en la que no hay tiempo para escatimar esfuerzos.
“Como todos los médicos sentimos algo de temor, no hay que dejar de lado que nosotros sentimos. Hemos experimentado todos estos cambios que se han venido en tan corto tiempo”, cuenta Érika Zumaqué, médica general de la Clínica CES.
Érika tiene 25 años, pero ya es experta en hacerle el quite a la muerte y arriesgar su salud por otros.
“Durante la noche realmente el flujo de pacientes a veces es mayor, la verdad es que nosotros hemos tratado de fortalecer todos los protocolos de seguridad para brindarles una atención segura, oportuna, y con la mayor disponibilidad hacia ellos”, señala.
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Al caer la noche, mientras muchos duermen, ellos tienen sus sentidos más activos que nunca y cuando recuerdan que le salvaron la vida a personas como la cantante Fabiola Calle se sienten victoriosos.
“Yo tuve ese virus y casi me muero, gracias a la Clínica CES y todos los médicos que trabajan ahí, me devolvieron la vida”, asegura la cantante.
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Estos profesionales de la salud manifiestan que la zona de cuidados intensivos sí da miedo y los mismos pacientes lo expresan.
“Ve uno como una sensación de temor, de incertidumbre, al verse en un ambiente como tan especial como es cuidados intensivos”, dice el médico especialista en cuidados intensivos, Juan Rodrigo Moreno.
Como ellos, más médicos e intensivistas están en la sala de pacientes con coronavirus batallando contra la agresividad del virus.
“Nuestra obligación moral y profesional es cuidar a los pacientes, independientemente de las implicaciones que pueda tener”, expresa Moreno.
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Aunque el sol se esconda justo cuando ellos inician su labor en la Clínica CES, hay una luz que les ilumina el sendero: la sonrisa de cada recuperado.