Cada hora roban seis teléfonos móviles en Bogotá y las bandas dedicadas a eso crecen porque los clientes para ese mercado ilegal también se han incrementado.
Érika Rojas, a quien un sujeto en moto la golpeó y le arrebató el celular de las manos, reconoce que “hay familias que se han quedado sin seres queridos porque nosotros somos los que apoyamos la compra de objetos robados”.
Una afirmación que corrobora Melisa Franco, representante legal de las víctimas de estos casos.
“Si yo compro un producto hurtado o un tráfico ilegalmente obtenido, estoy avalando ese círculo vicioso del delito y estoy ayudando a que esas organizaciones criminales sigan creciendo en las cuantías y en la delincuencia”, sostiene.
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En el caso de los teléfonos robados hay otra preocupación: la venta libre de líneas o sim card sin ningún requisito.
Vendedores consultados dijeron que pueden ofrecer varios números a una sola persona y muchas veces ni siquiera piden un documento para entregarlas.
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Y así, sin dejar ningún dato ni huella de la compra, muchas de esas sim card terminan en celulares robados que usan desde cárceles del país para hacer llamadas extorsivas.
Entonces, ¿por qué no se controlan esas ventas de tarjetas?
Afectados por estos hurtos hacen un llamado a empresas de telefonía celular para que replanteen las estrategias que tienen para evitar que los móviles robados sigan siendo comercializados en las calles.
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