La llamada de un padre, cuyo hijo se volvió consumidor, alertó a la Policía de Bogotá. Tras 6 meses de seguimiento, capturaron a tres personas.
“La sorpresa fue que utilizaban vehículos de rutas escolares y taxis para transportar el estupefaciente de un lugar a otro, eso fue lo que nos causó más indignación”, reveló el mayor Luis Miguel Morales, de la Policía de Infancia y Adolescencia.
La olla funcionaba en la localidad de Kennedy, la segunda que más riesgo tiene en cuanto a consumo de drogas en colegios, según indicó el experto en seguridad Andrés Nieto. En el primer lugar está la de Rafael Uribe Uribe y en el tercero, Bosa.
A menos de 200 metros de este expendio están ubicados dos planteles distritales.
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Para los uniformados, los jíbaros iniciaban a los niños con pequeñas dosis de marihuana y bazuco, que cuestan entre mil y cinco mil pesos, hasta volverlos adictos.
Los menores pueden obtener esa plata “a partir de hurtarle dinero a sus padres, de ahorrar el dinero de las mesadas”, afirmó el mayor Morales.
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Los tres capturados deberán responder por los delitos de tráfico de estupefacientes, concierto para delinquir e incitación a menores de edad.
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