Luego de los motines ocurridos en varios centros de reclusión del país, el Gobierno busca medidas para descongestionar las cárceles por el coronavirus.
Un drama llamado hacinamiento carcelario hoy cobra especial preocupación por la emergencia sanitaria desatada por el COVID-19 en Colombia.
Esta realidad carcelaria se evidencia en la cárcel de Bellavista de Medellín, donde hay que hacer pico y placa para dormir, pues quien duerme de día no duerme de noche. Incluso, hay quienes deben amarrarse a la reja para dormir de pie.
Las imágenes de la indignidad de las cárceles son claras y se repiten en los 120 centros de reclusión del país: no dan abasto para las 120 mil personas que hoy están privadas de la libertad.
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Una de las más hacinadas es la de La Guajira, diseñada para recluir 100 personas, y hoy recibe más de 500. Esta situación fue evidenciada por el programa Los Informantes, que mostró cómo es vivir en este penal donde se pelean no por un colchón para dormir, sino por un espacio en el techo.
Una situación que hace que para estas personas sea lejana una resocialización que es el objetivo de la reclusión. En muchas cárceles, además, los salones de juego quedan reducidos a tendederos de ropa.
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De las cárceles, está documentado que son los lugares donde no solo hay corrupción, si no hay violación de derechos humanos: unos de ellos, a comer, dormir y hacer necesidades básicas en un lugar digno.