Mide 1.40 metros, su nombre es María Lucely Patiño, la edad no le importa y, según cuenta, su única misión es ayudar a niñas de escasos recursos, que viven en entornos familiares difíciles.
Dice que las madres de muchas de estas menores se dedican a la prostitución y dejan a sus hijas en una fundación donde esta religiosa las cuida.
Por eso, la hermana Lucely sale todos los días con un carrito improvisado, vende aproximadamente entre 20 unidades de morcilla y 20 de tamales, todo con la intención de recoger fondos para niñas de escasos recursos.
Dos sombrillas recicladas y un carrito de mercado son suficientes para trabajar por esta buena causa.
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“Tienen unas necesidades económicas muy grandes, servicios públicos; los gastos que conlleva mantener unas niñas, el mantenimiento de la casa”, dice Eugenio González, líder comunitario en Copacabana, donde la religiosa desarrolla su labor.
Lucely ya siente el cansancio por el paso de los años, pero su deseo de ayudar, permanece.
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En medio de besos y abrazos, la religiosa recibe el agradecimiento y el cariño de las niñas. La noche sigue siendo su aliada en esta valiosa labor.