“Quienes estaban vivos, les daban un tiro de gracia”, recuerda el funcionario, que fingió estar muerto para que no lo remataran.
Por esta orden, dada el 18 de enero de 1989 por un jefe paramilitar en un paraje rural de Santander, este hombre supo que era un sobreviviente de la que, tal vez, fue la más cruenta masacre del grupo ilegal conocidos como Los Macetos.
"Nosotros sabíamos que nos les convenía que nadie quedara vivo, porque había la posibilidad de que los reconociéramos posteriormente, como en efecto sucedió", relata el fiscal.
Y esa es la razón por la que hoy, 30 años después, habla de espaldas, para seguir protegiendo su identidad. Sin embargo, decidió romper el silencio de tres décadas para narrar cómo fueron masacrados 12 de los 15 miembros de la comisión judicial que integraba que habían viajado desde Bogotá hacia La Rochela, corregimiento de Simacota, Santander, para realizar una investigación.
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"La desaparición de 19 comerciantes que, en ese entonces, ya se tenía indicios de que habían sido retenidos por el grupo de paramilitares que operaba en la región del Magdalena Medio, ese era el inicio de la investigación. Y los otros homicidios de personas que eran oriundos de la región y que de un momento a otro y nadie daba razón", complementa su relato.
Ya en La Rochela, sobre las nueve de la mañana, el caserío fue sitiado por hombres que vestían prendas de uso privativo de la Fuerza Pública. Uno de ellos, que se identificó como el comandante Ernesto del frente 23 de las FARC, fue quien les dijo a los funcionarios que tenían información de que el Ejército se acercaba, y que por eso tenían que protegerlos.
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Recuerda el fiscal que les dijeron "que tenían que maniatarnos y nos iban a tomar de rehenes para protegernos la vida y llegar, si es el caso de que el Ejército se presente, llegar a un acuerdo para entregarnos a ellos".
Esa orden paramilitar fue acatada por cada miembro de la comisión que, una vez atados, subieron a los mismos vehículos en los que llegaron a ese lugar. Ya en los carros, el grupo se dirigió hacia Barrancabermeja.
Cuando habían recorrido cinco kilómetros, llegó lo peor. "En la fila que ellos hacen detrás de cada uno de los carros, una vez a una señal de un disparo que hace uno de ellos en el centro de la carretera, comienzan a disparar contra los carros donde nosotros estábamos", explica.
Dice que les dispararon durante dos minutos, y aunque recibió varios impactos, relata que la sangre que se veía sobre su cuerpo, mucha de la cual no era suya, le salvó la vida porque pensaron que estaba muerto. Pero ese también se convirtió en otro momento de angustia.
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Así fue el instante en que pensó que no podría salvarse: "Hubo un momento de silencio, en ese momento yo pensaba que me salvaba, sin embargo, en un momento Ernesto da la orden: ‘¡sáquenlos y desátenlos!’ Comenzaron por el vehículo rojo, escuché que abrieron la puerta del vehículo e iban sacando uno por uno a los compañeros y escuchaba un disparo, me imaginé y así fue, que a quienes estaban vivos, les daban un tiro de gracia".
Como a todos, a él también lo sacaron del vehículo: "cuando me sacaron, ellos pensaran que estaba muerto, y así lo dijeron: ‘Este hp está muerto, pónganlo allá’, porque ya habían hecho un montón con los compañeros muertos. Allá me llevaron, más o menos a la distancia de que ellos comenzaron a disparar unos seis metros y me ubicaron encima de los compañeros, y ahí quedé yo".
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Una vez se alejaron los paramilitares, cuenta que junto con otro sobreviviente, se arrastró hasta uno de los carros buscando huir de aquella escena escabrosa. Lo encendió y recorrió unos 20 metros. Con el carro apagado pensó que todo estaba perdido hasta cuando el conductor de un camión de gaseosas, con el que jamás se volvió a ver, los auxilió.
"Nosotros ya habíamos visto que el otro compañero sobreviviente había quedado en el carro, le dijimos al conductor que nos ayudara con él, pero él nos dice que no porque no cabía más gente, que la cabina de esos vehículos es para tres pasajeros y que no se podía llevar encima de la carrocería".
Hoy, a pesar del tiempo, de las investigaciones, y de haber seguido trabajando como fiscal, dice que tiene más preguntas que respuestas sobre lo ocurrido. “No se ha llegado a saber quiénes fueron estos determinadores. Tan es así de que hoy por hoy el expediente está abierto. Hay personas de la vida política, y algunos miembros de nuestro Ejército que participaron y colaboraron para la realización de esta masacre, y que obviamente, sin el concurso de estos, y muy seguramente mis compañeros estuvieran vivos".
Los familiares de las víctimas tienen las mismas preguntas y por eso pidieron que la JEP asuma el caso con la esperanza que se conozca la verdad.
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Por esta masacre fue condenado Alonso de Jesús baquero, alias Vladimir, el paramilitar que estuvo al frente de los asesinos.