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De a poco, pasa la tormenta. La agresión de Bedoya a su colega de Millonarios empieza a volverse una anécdota y ahora la noticia fresca habla de las disculpas, del arrepentimiento. Es el mismo ciclo de la vida, iniciar y terminar. Es el ciclo de la información, publicar y luego olvidar. Después de esto hablaremos de la sanción al jugador y posteriormente todo quedará rezagado, tal vez a un mísero gol. No hemos aprendido nada ni hemos aprovechado esta oportunidad para intentar ser mejores en el futuro. Toda la discusión que originaron el codazo y la brutal patada de Bedoya contra Jhony Ramírez fue básica al extremo y jamás hubo un intento certero de aleccionamiento para todos aquellos que suelen terminar sus problemas y expresar su impotencia con fuerza bruta y malograda. Es difícil creerle la pena a un jugador que ha visto la tarjeta roja 41 veces durante su carrera deportiva. Su sentimiento de lástima propia debió llegar hace tiempo, no ahora, días después del suceso. Las disculpas de Bedoya luego del clásico eran su única alternativa y cuando esto sucede el margen de sinceridad se reduce. A Bedoya le era imposible quedarse callado y tampoco era aconsejable hacerlo. Cumplió con su mínima obligación y no es para aplaudirlo, como andan diciendo algunos. Que se requiera valor para ello, para dar la cara, ya es otra cosa. Así que lo que dijo Bedoya era más que previsible. Para su fortuna y la de todos al fin y al cabo, Jhony Ramírez no avivó el fuego sino que mostró sus heridas como un trofeo de guerra. Su gesto sí fue de grandeza, un llamado a la paz. La ramplonería de Bedoya, en cambio, quedó en la retina de todos como un tatuaje. Por eso es que para borrar esta marca se necesitaba láser y no agua y jabón. Hubiera sido memorable que Santa Fe respaldara al jugador, como evidentemente lo hizo, incluso resaltando el valor de la familia cardenal, pero marcándole una suspensión interna por su mal comportamiento. Decirle al público, antes que esperar la sanción de la Comisión Disciplinaria de la Dimayor, que una institución de su calibre no se podía permitir semejante vergüenza por parte de uno de sus miembros. Que lo iba a multar económicamente y que también lo iba a dejar por fuera del equipo por unas fechas determinadas a su discreción. Algo así es tan necesario como utópico para esta sociedad que cree poco en la justicia. Ese sí hubiera sido un acto de reconciliación. Y tampoco hubiera estado mal que el propio Bedoya, haciendo valer su vergüenza, hubiera dicho que se alejaba de las canchas unas jornadas más allá de las que le fueran impuestas por las reglas, todo con el fin de enviar un mensaje real de arrepentimiento. Nada de eso sucedió y lo peor es que ni siquiera la idea pasó por la cabeza de los dirigentes o por las de aquellos que componen eso que llaman el mundo del fútbol. A pesar de la oportunidad de una lección memorable, nos tendremos que conformar, una vez más, con disculpas. Disculpas y más disculpas y castigos efímeros, que no corrigen ni envían una sentencia irrefutable. Algo así como que las sanciones también se pueden cumplir a voluntad. Y que no hay necesidad de un policía o de un juez para la reprimenda social. Somos de sentimientos avivados por la imagen, lejos estamos de entender los hechos que nos abaten. Seguir a @javieraborda
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Hoy, a propósito del partido Real Cartagena vs Junior y ya cansado de escuchar por todas partes la frase “el clásico de la costa” cuando se refieren a éste encuentro, me di a la tarea de escribir este blog para explicar por qué Junior vs Real Cartagena no es un clásico ni nada que se le acerque. Desde el año 2005 y debido al descenso del Unión Magdalena, con quien Junior disputa el verdadero clásico de la costa, se le han venido “achacando” clásicos al equipo ñero. Es más que obvio que por motivos de calendario y programación de la Dimayor, Junior vs Real Cartagena esté ubicado en la fecha de clásicos, pero para nada este encuentro reúne las condiciones para catalogarlo de esa manera. Entre varias definiciones de clásicos en el fútbol, la más acertada y aceptada es una que dice: “El clásico es el enfrentamiento de rivales tradicionales. Equipos que se consideran enemigos desde el principio de su vida y a lo largo de la misma”. Desde esa primera definición de clásicos vemos que el Junior vs Real Cartagena no cumple ese principal requisito de ser equipos históricamente rivales. Y es que son varios los motivos o factores que pueden dar origen a tal enemistad tales como, la rivalidad territorial y supremacía deportiva, hasta por razones políticas y religiosas como se ve en muchos clásicos históricos del fútbol mundial. En este último item uno de los más famosos es el Celtic vs Glasgow en Escocia. Para los que no saben, Real Cartagena empezó a competir en el fútbol profesional solo a partir del año 1992, cuando ya Junior tenía casi 70 años de existencia, 2 títulos y varias participaciones en Copa Libertadores. Antes, en el año 1971 Real había tenido una temporada en remplazo del Atlético Bucaramanga que por motivos económicos no salió ese año a la competencia. No hablo de títulos, jerarquía y charreteras porque en los clásicos verdaderos eso no cuenta. Lo anterior lo digo sin el menor ánimo de “bajarle la caña” al equipo heróico y solo lo hago para sustentar el argumento que Junior y Real para nada son rivales históricos. Distinto ocurre con el “Ciclón bananero”, rival de antaño y con quien desde épocas del fútbol amateur en Colombia Junior disputa una encarnizada rivalidad futbolística. Desde el inicio del fútbol en Colombia (era amateur) Barranquilleros y Samarios se han disputado la supremacía del fútbol en la región y el ser los pioneros y cuna del mismo en Colombia. Por supuesto hay un componente regional en este partido Cartagena- Junior, pero como dije anteriormente, ese solo motivo no lo constituye en Clásico. Por eso personalmente, creo que Cartagena vs Junior se puede catalogar o tildar de Derbi regional (entiéndase como el choque o enfrentamiento de dos equipos de una misma ciudad o región) pero nunca un clásico. Elkin De La hoz Twitter : @tiburoncanival
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Normalmente cuando escribo estas columnas, blogs o como les parezca mejor llamarlas, hablo de Junior, su funcionamiento táctico, o de sus errores y virtudes dentro del terreno de juego. En fin, intento posar o lo que es peor aún, pasar por analista de fútbol. Pero hoy, quiero dejar de lado todos esos “análisis”, sistemas tácticos, etc. Para hablar de mí. O más bien, de ese hermoso día cuando me di cuenta que me había atrapado una pasión que más nunca me dejaría. Quiero hablarles, del día que me hice de Junior. No fue fácil les confieso. Hubo que derribar obstáculos pero lo que se quiere siempre cuesta. Las dos casas al lado de la mía y un par más al frente eran verdaderos “fortines” verdolagas. Ahora que recuerdo bien, era una mini colonia paisa. De hecho, mis dos mejores amigos de esa época (obvio vecinos) eran hinchas de Nacional. Bueno, por lo menos eso creo, no se qué tan hincha podíamos ser unos niños de no más de 5 años. Pero lo cierto es que siempre los veía o recuerdo verlos con sus camisetitas del verde de la montaña obviamente financiada e impuesta por sus padres que, como dije anteriormente eran hinchas furibundos del verde y le estaban trasmitiendo esa herencia a sus hijos, uno de los más grandes tesoros que nos pueden heredar nuestros padres. Por ese lado tampoco tenía muchas esperanzas. Por qué? Se preguntarán ustedes. Pues resulta que mi madre, es hincha ferviente del UNIÓN MAGDALENA. Como pueden ver y analizar, las probabilidades que un niño de 5 años que crece rodeado de hinchas de Nacional y el Unión Magdalena se haga hincha de Junior, son muy pocas. Sí señores, era un panorama oscuro. Todavía recuerdo la fiesta que hubo en mi cuadra por la conquista de la Libertadores por parte de Nacional. Pitos, festejos, abrazos y lágrimas abundaban no solo en los hinchas “verdes” que habían colonizado mi cuadra, si no en todos los habitantes de la misma. Y es que a raíz de ese titulo Nacional ganó muchos hinchas alrededor de Colombia. Por lo menos estoy seguro que, los hinchas de mi generación que tiene Nacional y no son Antioqueños, se hicieron del verde gracias a eso. Yo por mi parte me dormí porque había colegio, y fue para mí como un día absolutamente normal. Y no era que no me interesaba el fútbol, Por el contrario ya era un apasionado por el mismo. Recuerdo los super clásicos contra los de primero A, donde perder era la deshonra! Se podía perder contra cualquier primero, menos contra los de A. Por ese entonces, ver camisetas de Nacional era muy común, pero a mi, ni fu ni fa. Hasta que un día, un hermoso día, mi mejor amigo del colegio, Marcos (no recuerdo su apellido) me invitó con su papá al estadio, jugaba Junior vs Sporting. Ese día conocí mi primer amor. Lo mío fue amor a primera vista, me enamoré del metro, de su alegría y de todo lo que representa Junior. Me enamoré perdidamente de unos colores que representan mucho más que un equipo de fútbol. Representan el sentimiento de una ciudad, su estilo de vida, su alegría. Ser de Junior es hermoso. Solo aquellos que tenemos el privilegio de amar estos colores y de reír, celebrar y llorar por ellos, entendemos que Junior es mucho más que un equipo de Fútbol. Solo aquellos que hemos alguna vez gritado a todo pulmón y con el puño en alto JUNIOR CAMPEÓN! sabemos lo que es felicidad. Solo aquellos que hemos llorado con sus derrotas entendemos que el amor duele. Solo aquellos que volvemos al estadio después de una derrota, sabemos y entendemos que el amor verdadero no traiciona ni abandona. Todavía recuerdo perfectamente ese día QUE ME HICE DE JUNIOR. Twitter : @tiburoncanival
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Hay cosas en la vida que quedan por siempre en la memoria. El primer amor, el primer desamor, el primer concierto o un logro académico. Son muchas situaciones pero pocas calan tanto en la memoria de una persona como la primera vez en la que uno ve en vivo y en directo, en un estadio de fútbol, al equipo del que uno es hincha. La situación cobra el doble de valor sentimental cuando quien lo lleva a uno es el padre o la madre. Me pasó con mi hija de 13 años. No había querido llevarla antes, o era muy pequeña para ir a fútbol o a veces no veía un partido con un ambiente ideal en seguridad o en el estado coyuntural del nivel de Atlético Nacional. El juego contra el Quindío, un rival inferior en nómina, más el ascenso del equipo verde, me hicieron tomar la decisión de darle el debut a mi hija como espectadora en el estadio Atanasio Girardot. Camiseta de Nacional, sombrilla blanca con el escudo del equipo y cojín oficial de la Tienda Verde, íbamos completamente equipados. Entramos al estadio y fue curioso ver la cara de asombro de mi hija al pasar los filtros de requisa de la Policía. Subimos a la tribunal de oriental, la asistencia de 12 mil espectadores no ofrecía una gran espectáculo en las tribunas pero el ímpetu de siempre de Los del Sur y el aniversario número 13 de la barra Prado Verde, ayudó a romper la monotonía. Pero en la cara de mi hija todo reflejaba novedad. Se le iluminó el rostro con la salida del equipo, se le erizó la piel al ver a su ídolo Gastón Pezzuti y su primer grito dentro de un estadio fue en el epílogo del himno antioqueño con el inconfundible: “¡Oh Libertad, Oh Nacional!” Al minuto 37 del primer tiempo vivimos la parte más dulce de este episodio: gol de Nacional anotado por Fernando Uribe. Queda en el registro histórico como el primer gol verdolaga que canta mi hija en el Atanasio Girardot abrazada a mí, su padre… Luego se viene la parte agria. El capítulo que corresponde a un equipo enredado, difuso desde que nacen las decisiones en el cuerpo técnico, errático en su planteamiento, en sus cambios y en la percepción del estado del partido. Jugadores con exceso de confianza y con falta de amor por la camiseta. Un espectáculo pobre desde todo punto de vista, incluso desde la visión de mi hija de 13 años. Al final, otra escena lánguida de este Nacional que se acostumbró a ceder puntos en casa y a dejar a sus seguidores con esa cara de melancolía que remite a equipos de antaño que siempre hicieron del Atanasio un fortín sagrado. Mi hija salió contenta. Vio a su equipo por primera vez, vivió el ambiente de un estadio y la magia indescriptible que lo rodea. Yo le dije que no siempre el equipo verde jugaba así de mal, ella me interrumpió y me dijo: “Tranquilo papi, hay que estar en las buenas y en las malas con Nacional”. Ahí entendí el por qué los hinchas de Atlético Nacional siempre decimos con orgullo: ¡Soy del verde, soy feliz! Seguir a @poterios
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La imagen me cogió desprevenido y por eso la sorpresa. La leyenda del boxeo Muhammad Alí, quizá el deportista más engreído y petulante de la historia, recibió la *Medalla de la Libertad, un reconocimiento a su labor fuera del ring. Pero ya era otro mientras lo trataba de reconocer en el televisor: su cuerpo estaba lejos de la fortaleza que pregonó y ahora su humanidad lo muestra como víctima y no como el famoso victimario de batallas. Los ídolos son como uno los recuerda, incluso a veces se imaginan inmunes a lo inevitable. Por eso, a sus 70 años, Alí se me presenta como un ser irreconocible. Se ve mal ante el Párkinson, al borde del nocaut, cada vez más cerca de la sentencia de los 10 segundos tendido en el cuadrilátero. Derrotado. Es el triste final al que estamos condenados todos, salvo cuando llegan las desgracias anticipadas. Alí es el viviente paso del tiempo. “Eres tan viejo como lo pienses”, dijo él, cuando era joven. Muchos años después yo pienso que es mejor recordar su pasado que describir su presente. Preferible rememorar sus palabras egocéntricas, cuando se creyó y fue amo del mundo, que seguir describiendo una imagen que como mínimo impacta. Es eso. Y recordar que la salud y la juventud no tienen ningún precio, así suene a retórica. **Algunas Frases de Alí “Yo debería estar en un sello postal. Es la única forma de que me puedan pegar”. “Hay dos cosas que son difíciles de ver y de golpear. Una es un fantasma y la otra Muhammad Alí”. “No es fanfarronear si tienes con qué sostenerlo”. “Sí, ya están preparando la tarjeta médica para ese hombre viejo. Y cuando le pegue en la boca, van a necesitar la tarjeta dental”. “Soy tan malo que hago enfermar a los medicamentos”. “Soy el más grande. Porque lo dije incluso antes de que supiera que lo era”. “Soy tan rápido que ayer a la noche apagué la luz en la habitación de mi hotel y ya estaba en la cama antes de que el cuarto se pusiera oscuro”. “Yo fui el Elvis del boxeo, el Tarzán del boxeo, el Superman del boxeo, el Drácula del boxeo, el gran mito del boxeo”. “Al golf también soy el mejor. Sólo que todavía no he jugado”. “Tengo un radar construido dentro de mí para evitar golpes”. “Ser inmortal y después morir, ese es mi lema”. *La Medalla de la Libertad es un galardón que busca reconocer el mérito en la lucha por la libertad religiosa y por los derechos civiles y humanitarios. El centro encargado del premio resalta que está destinado a “individuos de valor y convicción, que se esfuerzan por asegurar los beneficios de la libertad a la gente alrededor del mundo”. ** Frases recopiladas en la revista El Gráfico. Marzo de 2010. Seguir a @javieraborda
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Después de ocho fechas disputadas en las Eliminatorias a Brasil 2014 y esta doble jornada en la que Colombia ganó las seis unidades que disputó, consiguiendo victorias contundentes frente a Uruguay y Chile, hay que valorar los puntos altos a nivel colectivo e individual que dejaron estos últimos partidos del combinado nacional: 1: José Pékerman: a pesar de las críticas recibidas por su forma de trabajo por un sector de la prensa, el técnico argentino de 63 años no le puso cuidado a sus detractores y trabajó con los 27 jugadores que convocó y en los cuales él creyó para estos dos encuentros de las Eliminatorias. Mucho se habló sobre la convocatoria y el acercamiento de su representante Pascual Lezcano con el equipo, lo cual debe aclarar lo más pronto posible. Pero lo de estas fechas confirma que tiene un cuerpo técnico y un plantel que, independiente de las fuertes críticas, estuvieron alejadas de ellas y se concentraron en lo fundamental de estos dos choques: los seis puntos. Por que no, en este momento Lezcano no era lo primordial como algunos lo quisieron hacer ver. 2: El planteamiento táctico: con los ‘charrúas’ no fue sorprendente el once titular de Colombia. Se jugaba de local y había que salir a demoler a los uruguayos y así sucedió. Pero una hora y media antes de que comenzara el partido frente a Chile se dio a conocer la lista oficial de los jugadores que iban a afrontar el juego desde el pitazo inicial. El esquema dado por Pékerman dejaba algo claro: Colombia no se iba a defender y trataría de mantener en su posesión la pelota. La duda que preocupaba a más de uno era cuando Colombia no tuviera el balón, teniendo en cuenta que sólo contaba con dos hombres de recuperación en la mitad de la cancha: Edwin Valencia y Abel Aguilar. ¿Cómo se defendería? Pues ellos mismos le dieron el equilibrio al equipo en la mitad de la cancha y se llenaron de confianza para tener la posesión del balón. De esta manera, Chile en la primera mitad llegó una vez, para infortunio de Colombia, en la jugada del gol que nació más de un error colombiano que de una virtud chilena. Por tal motivo, es necesario rescatar la ambición que transmitió el entrenador a los futbolistas y la manera en que ellos lo demostraron dentro de la cancha. Otro punto más a favor de Pékerman y de la Selección. 3: Los Cambios: tanto con Uruguay como con Chile, los cambios ayudaron para que el equipo tomara el aire necesario en los dos enfrentamientos. Frente a los ‘australes’ el cambio de Juan Guillermo Cuadrado por Mario Alberto Yepes dejó mensaje directo: Colombia salía a ganar el partido en la segunda parte. Además, no cualquier técnico saca al capitán del equipo teniendo en cuenta que es el hombre con más experiencia y sabiendo que la salida del central, significaba que Colombia iba a quedar desprotegido en la zona defensiva. Otro duelo más que ganó Pékerman y con él la Selección. Hay que agregarle que cuando vio mal a Macnelly Torres frente a Chile, lo sustituyó por Aldo Leao Ramírez, quien fue el que asistió a Falcao García para el segundo gol. 4: Los jugadores cuestionados: así muchos no hayan estado de acuerdo con la llegada de Macnelly Torres a la Selección, y me incluyo, por irregular momento en el Atlético Nacional, el volante Barranquillero hizo una buena actuación frente a Uruguay llevando, junto a James Rodríguez, a que la selección tuviera una identidad de juego en el que el buen toque de balón, la posesión de la esférica, la salida pertinente de los laterales y la contundencia en el ataque fueran las características del equipo. También hay que valorar el llamado a Teófilo Gutiérrez. El Barranquillero respondió con tres goles y así demostró que él está comprometido con la causa de que la Selección vuelva a un Mundial después de 16 años. 5: James Rodríguez: sobran los adjetivos y las palabras, y lo resumiré en una frase: a los 21 años no le pesa la camiseta número 10 de la selección Colombia. 6: Falcao García: formó una fórmula contundente en el ataque con Teófilo: 5 goles en dos juegos. El delantero del Atlético de Madrid demostró que si es acompañado en la delantera, será más útil para la selección. Además, confirmó su buen momento futbolístico. 7: La ñapa: nuevamente el país está ilusionado con la selección. Pero esto se logró por el buen juego de Colombia, por las ganas y el buen fútbol que dejaron los futbolistas en estos dos últimos enfrentamientos. Ahora bien, el aficionado si quiere celebrar, que lo haga, pero el jugador es el que realmente debe tener los pies en la tierra y seguramente lo así están todos, sabiendo que aún no se ha conseguido nada. Solo seis puntos que acercan la posibilidad de ir al Mundial de Brasil 2014. Jhon Álvaro Clavijo/ Twitter: @siperohoyno
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Sin ninguna duda, el país recobró la confianza en la Selección con los contundentes triunfos sobre Uruguay, al que Colombia le pasó por encima sin discusión a pesar de que el rival se asomaba como favorito, y contra un Chile diezmado gracias al sudor y al talento de un equipo que por fin supo a qué jugar. Ahora tenemos un equipo conformado, hecho, y creíble para enfrentar en octubre a Paraguay, nuestro próximo rival en Barranquilla. Desde ya, se asegura que el Metropolitano estará a reventar y eso no es un dato menor. El acompañamiento positivo del público es beneficioso para cualquier escuadra. Queda, además, luego de estas gestas el reconocimiento a un público que asistió masivamente a las gradas ante los charrúas, cuando en un comienzo se habló de frío en una de las ciudades más calientes de Suramérica. Esta fecha doble la ganó el equipo tricolor de comienzo a fin, salvo por la desconfianza que creó el descubrimiento de que un empresario de fútbol acompaña a la Selección como un chupasangre, pero más allá de eso hasta la Federación actuó como se merece. El partido ante Uruguay se jugó por la tarde y los chilenos no lograron adelantar el partido un día justificando una razón política (el aniversario del golpe de Estado de Pinochet) en la que Colombia no tenía nada que ver. Pékerman se la jugó con Teófilo, a quien no llamó para los entrenamientos en Madrid, y él respondió con tres tantos. Acertó a pesar de esa incoherencia de alinear a alguien de titular cuando no cuenta con el jugador en las prácticas. Sin embargo, el delantero calló a todos (me incluyo) a punta de anotaciones. Y por si fuera poco, Falcao siguió con su línea goleadora. Dos festejos en dos partidos para el artillero del Atlético Madrid son suficientes para alabar su talento. En total, fueron siete dianas para Colombia en dos juegos y uno solo en contra. En otras palabras, Colombia hizo en estas dos fechas la mitad de los goles que celebró en la pasada Eliminatoria. Las cuentas cuadran para final de año. Todos estamos felices. Con 13 puntos, Colombia está sólida en la tabla. Pero tampoco es para anticiparnos, como suele pasar, a los logros. El camino aún es largo, aunque la gran cosecha esta vez, fuera de la lógica de las unidades conseguidas, es el nuevo rostro que ahora tenemos de la Selección. A este conjunto se le cree por el amor que demuestra, por la calidad individual de varios jugadores (aplausos para James y para Aldo, desde la suplencia) y por su capacidad para reaccionar ante la adversidad, como sucedió ante Chile después de ver que el contrario apuntaba primero en el marcador. La fe, la esperanza, rumbo al Mundial renació y nos tiene en éxtasis. Contra Paraguay esperamos otra victoria. ¡Que así sea! Este equipo de verdad tiene cómo permanecer en la parte alta de Suramérica. Y no sólo en el mapa. Seguir a @javieraborda
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Es cierto que la mayoría de padres quieren lo mejor para sus hijos y que sus años y experiencias vividas los convierten en sabios consejeros. Sin embargo, eso no les da derecho a pensar, actuar, hablar y, mucho menos, decidir por ellos; por lo menos, no cuando sus ‘retoños’ son mayores de edad. Falcao García y Yoreli Rincón, los jugadores más representativos en este momento de las selecciones Colombia, vivieron en carne propia las imprudencias de sus progenitores, quienes hablaron de más y tuvieron que ser desmentidos por ellos mismos a través de las redes sociales. La primera en sonrojarse por culpa de su padre fue Yoreli, quien en plenos Juegos Olímpicos de Londres 2012, torneo al que la Selección femenina jamás había asistido en su historia, se enteró que Elberth Rincón, “sangre de su sangre”, al ver que ella no había sido tenida en cuenta durante los dos primeros compromisos del certamen, se fue rastra en ristre contra el técnico del equipo, Ricardo Rozo, a quien acusó de querer perjudicar intencionalmente a la deportista. "Todo esto se debe al resentimiento que existe en el entrenador. Yoreli hacía parte del Club Gol Star de Bogotá y todo estaba dado para que ella jugara en Estados Unidos. Al final la negociación se cayó y terminó jugando en el fútbol brasileño. Eso al técnico no le gustó y a partir de allí empezó a tomar represalias contra mi hija", manifestó en su momento Elberth a la emisora Onda 5 de Bucaramanga. Aunque aún no se ha comprobado la veracidad de las denuncias, y aprovecho este post para pedir que se haga una investigación exhaustiva de las mismas por el bien del fútbol colombiano, ya que hasta ahora no ha pasado nada, sí cuestiono el importuno momento en el que se hicieron. Las acusaciones a destiempo terminaron de sacar de concentración a Yoreli, quien ya no pensaba únicamente en lo que debía hacer deportivamente en territorio inglés sino que, además, vivía pendiente del Twitter para tratar de camuflar las denuncias. "No ha pasado nada, no hay nada que aclarar, todo está bien” y "quisiera estar tranquila y con la cabeza puesta en lo que se debe, no en especulaciones de las personas", fueron los trinos de Yoreli, quien pocos días después del escándalo regresó al país con pocos minutos jugados y mucha pena reflejada en sus mejillas. Algo similar, aunque si se le mira menos grave que el de Rincón porque no se puso en juicio la reputación de una tercera persona, le sucedió esta semana al goleador Falcao García. El padre de ‘El Tigre’, Radamel García, en medio de su efervescencia por las especulaciones que se generaron desde España sobre un posible interés del Real Madrid por su hijo, le manifestó a la emisora Todelar de Colombia que Falcao siempre había soñado con jugar en el club merengue, eterno rival del Atlético de Madrid, al que pertenece y del que es figura el futbolista samario. Cierta o no la afirmación, y sería muy normal que desde niño Falcao sintiera atracción por el Real Madrid, uno de los clubes más prestigiosos del mundo, Radamel padre parece no haber caído en cuenta que sus palabras le pueden traer muchos problemas a su hijo con la afición ‘colchonera’, con la que hasta hace una semana estaba de romance luego de la obtención de los títulos de la Liga de Europa y Superliga de Europa, torneos en los que ‘El Tigre’ anotó en las finales cinco tantos. Pero más allá de las intenciones futuras de Falcao, que dejó claras también a través de Twitter con el mensaje “mi sueño es seguir ganando títulos con el Atlético de Madrid y clasificar con Colombia al mundial", lo más preocupante es que el jugador se encuentra en plena concentración con el seleccionado nacional para afrontar dos partidos trascendentales por Eliminatorias Sudamericanas, ante Uruguay y Chile. Todo el mundo tiene sus ojos puestos en Falcao, las esperanzas de gol de la ‘tricolor’ recaen sobre él y necesitamos que ‘El Tigre’ ruja con Colombia como lo hace en el Atlético. Sin embargo, queriendo o no, su padre se ha empeñado en desconcentrarlo. Menos mal Falcao ha demostrado mil veces ser muy fuerte mentalmente. Esperemos que la “metidota de pata” de Radamel no borre con el codo lo que su hijo, con mucho esfuerzo, ha construido con las manos, o mejor, a punta de goles. Juan Carlos Calderón Medina. En Twitter: @Calderon_Medina
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El proceso de paz como la selección Colombia, dos escenarios definitivos para la salud mental de los colombianos, merecen respeto y por esa misma razón hay que dejar de manosearlos. El fútbol, que sí es deporte nacional, altera las emociones, los estados de ánimo y en esa medida es una representación social de masas, que a su vez cataliza el concepto de Nación. Cuando juega Colombia olvidamos que vivimos en medio de un conflicto, cuando gana Colombia, todos tenemos puesta la ‘Amarilla’ y nos identificamos más que nunca con ella, cuando la tricolor sale a un terreno de juego no hay diferencias, no hay discriminaciones, no hay poder, no hay ambición, hay orgullo, pertenencia y una muestra de país en torno a un equipo de fútbol. Tal vez por esa razón en los últimos 14 años, tiempo que llevamos sin ir a un Mundial, hemos sufrido tanto. Es tan cierta esta afirmación que el Mundial sub 20 que se disputó el año pasado en nuestro país, disparó la imagen de Juan Manuel Santos, nuestro señor presidente. Los gobernantes también aprovechan de esa Nación alterna que construimos con base a dolor (como raro). No puedo pasar por alto cuando el expresidente Álvaro Uribe Vélez nos vendió esa cortina de humo postulándonos para realizar el Mundial del 2014, que ahora pertenece a Brasil, escondiendo, por ejemplo, su escándalo con los Falsos Positivos. Sí, es tan fuerte la representación social del fútbol en Colombia, que nos hace olvidar por un momento que nos roban, que matan, que cada día que pasa somos más pobres, así nos llenen de estadísticas que pretendan mostrar lo contrario, y que, por ejemplo, estamos a portas de iniciar un nuevo proceso de paz. Se invirtieron más de 4 millones de dólares para traer a un tipo de la jerarquía de José Pékerman con la única intención de regresar a la mayor cita futbolística del planeta, y el argentino la tiene clara, ya lo dijo, “no se preocupen, Colombia va a ir al Mundial”, ahora es momento de que nosotros, desde la distancia apoyemos, las críticas germinarán con vigor si el objetivo final no se cumple, ese día él se tendrá que ir y la hinchada tendrá todo el derecho de sentenciar el trabajo hecho durante un proceso. Pero, por favor, no ensillemos la bestia antes de montarla, ni tenemos el mejor equipo de América ni tampoco vamos a pelear el último puesto con Bolivia, con todo el respeto que se merece la selección del antiplano. Para qué hablar de táctica a estas alturas, yo tengo mi formación ideal para esta tanda de partidos frente a Uruguay y Chile, pero juegue quien juegue, seguro todos gritaremos y endiosaremos o crucificaremos al que se tome el rol protagónico, llámese Falcao, James, Jackson, Yepes, Ospina, etc. Lo mismo pasará con Juan Manuel Santos, presidente de un país absolutamente pasional. De este proceso de paz depende una reelección inminente para 2014, (casualmente el mismo año en el que se disputa el Mundial de fútbol) o una curva descendente directo al fracaso, como le pasó al Partido Conservador desde la zona de distensión que se inventó Andrés Pastrana en el anterior proceso de paz. Aunque no nos digamos mentiras, seguro si vamos al Mundial reelegirán a Santos así el conflicto no haya terminado. Por: Jaime Andrés Barbosa (http://twitter.com/janbaro)