El juego del camaleón
Se llama Laura y es un camaleón hembra al que le encanta jugar con pompas de jabón. La escena parece de ficción, pero no, es el retrato de la naturaleza y sus seres sorprendentes.
En el video, publicado en Youtube por el usuario ‘voemas’, se ve al reptil intentando alcanzar las burbujas para que estallen en sus paticas.
El juego se repite una y otra vez sin que el camaleón parezca cansarse.
Tal ha sido el éxito de la escena, que hoy suma casi un millón de reproducciones.
El adiós honorable a un maestro
¿Cómo despediría a su maestro del alma? Con el alma misma. Así lo hicieron los 1.700 alumnos de un colegio de Palmerston North, en Nueva Zelanda, para darle el último adiós a Dawson Tamatea, su profesor de matemáticas durante 30 años.
Cuando la carroza fúnebre se disponía a salir del claustro, todos se unieron en la danza haka, un ritual ancestral de origen maorí usado para ir a la guerra, pero también para demostrar respeto por alguien o dar un adiós de héroe.
Los gritos de los estudiantes se hicieron sentir en todo el claustro. Una muestra de unión y sentimiento que solo un maestro puede inspirar, que solo un maestro puede imprimir como huella en los corazones de sus discípulos.
El video, subido en el canal de la escuela en YouTube, superaba este martes las 800 mil reproducciones.
Un ángel caído, en China
Tan realista ha resultado la escena de un ángel caído cuyo cuerpo reposa en una calle de Pekín, que ha logrado traspasar las barreras de la censura china en internet, para convertirse en tema de conversación en el mundo occidental.
Se trata de una escultura de los artistas Sun Yuan y Peng Yu, que quisieron plasmar a través de esta exhibición al aire libre la transición entre lo sobrenatural y lo mundano.
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Está hecha de fibra de vidrio, acero inoxidable, malla y gel de sílice.
Imágenes sobrecogedoras de una obra de arte con forma de mujer anciana y alada que no pasa desapercibida en el mundo de los mortales.
¡Adrenalina pura! La intrepidez de un niño copiloto
Su nombre es Timofey, tiene cinco años y, desde hace dos, comparte con su padre la pasión por la velocidad. Y es que Anton, su progenitor, es piloto de carreras.
Cuando el bólido ruge, el rostro del niño cambia totalmente de expresión: sus ojos parecen salirse de las órbitas y grita al punto de tener que cogerse el cuello con las manos para que las cuerdas vocales no se revienten.
Por momentos, pareciera que Timofey se fuera a desmayar.
La grabación de padre e hijo dando vueltas en la pista se ha convertido en un ritual para ellos, y el plato favorito de miles de cibernautas que esperan siempre una nueva escena.
El video, grabado en Kazajistán, pone el corazón de cualquiera a mil kilómetros por hora.