Un hombre murió en Portuguesa cuando atacaban un camión con harina, mientras que en Bolívar, ciudadanos y delincuentes asaltaron más de 40 locales.
También un camión que transportaba papel higiénico sufrió los embates de la gente desesperada y denuncian que incluso policías participaron del hecho.
En Zulia, comerciantes se protegen con rejas.
Y es que el panorama económico para Venezuela es cada día más desalentador, pues la hiperinflación, según el FMI, llegará a 2.350% en 2018.
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"Cada vez compras menos"
Reajustado seis veces en 2017, el salario mínimo integral (sueldo más bono de alimentación) es de 797.510 bolívares: 238 dólares a la tasa oficial y 6 dólares a la del mercado negro.
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Unos 13 millones de trabajadores devengan salario mínimo o reciben el bono, sobre una población económicamente activa de 19,5 millones, según el gobierno.
Por la inflación -que según analistas superó el 2.000% en 2017-, con el ingreso básico apenas se pueden comprar 30 huevos, un kilo de carne, uno de azúcar y otro de cebolla.
La escalada inflacionaria, acelerada a fines de 2017, es tema diario de conversación. Estupefactos, los venezolanos comentan entre sí cómo se pulveriza su dinero: el bolívar se devaluó 97,6% en el último año frente al "dólar negro".
"Cada vez compras menos y tu presupuesto se limita a comida", comenta David Ascanio, empleado turístico de 50 años, mientras estiraba su presupuesto en un mercado de Caracas.
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Según las principales universidades venezolanas, la pobreza alcanzó 30,2% y la pobreza extrema 51,5% en 2016. El gobierno las ubica en 18,3% y 4,4%.
Expertos consideran que los aumentos salariales son necesarios en hiperinflación, pero de nada sirven sin otras medidas, como reducir la emisión de dinero sin respaldo para financiar el gasto público.
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"El problema no es la pastilla que te tomas, sino la que no te estás tomando (liberar y racionalizar la economía y promover la producción privada)", sostiene el economista Luis Vicente León.
El gobierno defiende los aumentos y atribuye la hiperinflación a una "guerra económica" para derrocar al presidente Nicolás Maduro.
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El fondo del abismo
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La economía venezolana está sometida a un férreo control de precios y de divisas, monopolizadas por el gobierno socialista.
En un país donde el petróleo aporta 96% de los ingresos y dependiente de las importaciones, la caída del precio y de la producción de crudo llevaron al gobierno a reducir drásticamente las compras externas, generándose una escasez severa de alimentos, medicinas y materias primas.
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Venezuela y la petrolera estatal PDVSA han sido declaradas en default por retrasos con pagos de capital e intereses de deuda.
Nicolás Maduro tiene congelada la asignación de dólares, por lo que algunos empresarios acuden al mercado negro, donde la cotización multiplica por 40 la tasa oficial.
La patronal Fedecámaras asegura que la industria funciona al 30% de su capacidad por los controles y las expropiaciones. El FMI estimó una caída del PIB de 12% en 2017 y de 6% para 2018.
De haber llegado a producir hasta el 70% de los alimentos que consumía, el país con las mayores reservas petroleras apenas abasteció el 30% en 2017 y eso porque quedaban inventarios de fertilizantes y semillas, dijo el presidente de Fedeagro, Aquiles Hopkins.
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"Para 2018 no tenemos nada", advirtió.
En las últimas semanas hubo pequeñas protestas por comida en varias ciudades. Una mujer falleció por un disparo de un militar mientras esperaba por carne de cerdo subsidiada en vísperas de Año Nuevo.
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El sábado, el gobierno obligó a decenas de supermercados a rebajar los precios, lo que generó grandes colas frente a los comercios.
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