En las montañas de Duhok, en el corazón del Kurdistán iraquí, que sueña con ser un día una nación, hay una pequeña villa con solo 1.933 habitantes, entre los cuales hay 41 son gemelos.
“De cada siete viviendas, una tiene gemelos. La villa tiene este encanto único por tener tantos gemelos, a la gente le gusta. Tenemos una buena relación entre ellos”, Mohammed Nazir, profesor.
El profesor Nazir ya se acostumbró a este tipo de escenas, a identificar a un alumno de otro y, en ciertos casos, a tratarlos por parejas.
“Nosotros no peleamos, nos queremos mucho. Comemos juntos, vamos a la escuela juntos, vamos de compras juntos. Tenemos una sola bicicleta y ayudamos a nuestros papás tratando de no pelear”, señala Yasin Ibrahim, estudiante.
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La doctora Iman Sadiq, directora del Hospital Materno de Duhok y que ha visto en su institución el extraño boom de nacimientos dobles desde mediados del siglo XX, tiene su teoría frente a lo que sucede en la villa.
“Naturalmente, cuando lo miras, hay una relación biológica entre estas familias, que ha aumentado la suerte de dar a luz tantos gemelos. Eso prueba que están socialmente interconectados. Los genes tienen un papel crucial en eso”, dice.
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Sea cual fuere la causa, a los aldeanos no les preocupa. Están orgullosos de esa condición fortuita que los hace especiales en el mundo y que duplican las sonrisas que dan vida a sus hogares.