El mandatario recordó el pasaje bíblico en el que Jesús dijo que “no hay que perdonar siete veces, sino hasta setenta veces siete”.
El presidente colombiano aseguró que su mensaje de agradecimiento a Francisco surgió desde el fondo de su corazón y “como uno más que ha sido tocado por sus palabras y por su ejemplo”.
“De nada sirve acabar una guerra si todavía nos vemos los unos a los otros como enemigos”, dijo el mandatario en un discurso en la Casa de Nariño
Estas fueron las palabras del jefe de Estado:
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"Su Santidad Francisco:
¡Con cuánta ilusión lo hemos esperado y con cuánta alegría le damos la bienvenida a nuestra querida Colombia!
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Lo hago como Presidente de la república –en nombre de más de 49 millones de compatriotas– y lo hago también desde el fondo de mi corazón, como uno más que ha sido tocado por sus palabras y su ejemplo.
Gracias, Su Santidad, por venir a acompañarnos en este momento único de la historia de nuestro país.
Gracias, Su Santidad, por venir a confirmarnos en la fe, en la unidad y en el amor.
Gracias, Su Santidad, por invitarnos a ser defensores de la vida; a ser instrumentos de paz, tal como oraba –hace ocho siglos– Francisco, el santo de Asís.
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Gracias, Su Santidad, por expandir el don de la misericordia, que nos mueve a la compasión frente al dolor y la experiencia del otro.
Gracias, Su Santidad, por traernos la fuente viva de la fe, el mensaje de Aquel que dijo: no hay que perdonar hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
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Gracias, Su Santidad, por recordarnos que hay que celebrar el regreso del Hijo Pródigo, no por sus actos, sino porque estaba perdido y lo hemos encontrado.
Sobre todo, gracias, Su Santidad, por venir hasta Colombia, a esta tierra fértil y hermosa, a acompañarnos, a estimularnos, a dar con nosotros EL PRIMER PASO HACIA LA RECONCILIACIÓN.
Nuestra sociedad ha logrado grandes cosas, comenzando por el fin del conflicto armado con la guerrilla más antigua y numerosa del continente.
Colombia es el único país del mundo donde hoy las armas se están cambiando por las palabras; donde las armas se destruyen y se funden para convertirse en monumentos a la paz.
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Miles de vidas se han salvado, miles de víctimas se han evitado, pero nos falta dar ese paso renovador, ese primer paso que es el más importante de todos: el paso hacia la RECONCILIACIÓN.
De nada vale silenciar los fusiles, si seguimos armados en nuestros corazones.
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De nada vale acabar una guerra, si aún nos vemos los unos a los otros como enemigos.
Por eso necesitamos reconciliarnos. Porque por más de medio siglo nos resignamos a la violencia en nuestro suelo, y sus cenizas –de rencor, de dolor, de venganza– todavía son brasas ardientes que debemos apagar.
Necesitamos vencer los odios con la fuerza maravillosa del amor.
Necesitamos ser capaces de perdonar y de pedir perdón.
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Necesitamos reconciliarnos con nuestro medio ambiente, que también es un hermano nuestro, que es nuestra casa común.
Necesitamos –como usted lo ha dicho, Su Santidad–: “memoria, coraje y esperanza”.
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Necesitamos recordar que cada uno –cada alma– tiene una misión en esta tierra, y que esa misión se cumple en todos los espacios de la vida: desde el hogar hasta la escuela, desde el lugar de trabajo hasta la misma sociedad.
Por eso esperamos y ansiamos sus palabras como la tierra sedienta añora el agua.
Y le agradecemos, Su Santidad, que lleve sus pasos y su prédica a lugares emblemáticos de nuestra patria, como esta capital de Bogotá, como Villavicencio, Medellín y Cartagena.
En Villavicencio no solo se encontrará con las víctimas de ese conflicto infame que hemos terminado, sino que beatificará a dos sacerdotes colombianos que fueron víctimas ellos mismos de la violencia.
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¡Qué símbolo maravilloso! Su martirio se vuelve ahora signo de esperanza.
Su santidad Francisco:
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Confiamos en que su visita abra el corazón y las mentes de los colombianos a la paz que viene de Dios y habita en el alma de los hombres… A esa paz que ahora estamos construyendo.
Queremos dar –con su aliento– EL PRIMER PASO.
Queremos reconciliarnos.
Queremos reconocernos en las diferencias y aceptar al otro, no como una carga, sino como un don… ¡un don de vida!
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Bienvenido a Colombia, Su Santidad.
Bienvenido, caminante de la paz y del amor.
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Humildemente pido para nuestro país y sus habitantes, su bendición apostólica.
Muchas gracias"
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