El 13 de noviembre de 1985, el gigante dormido, el volcán Nevado del Ruiz, rugió con toda su fuerza y en 15 minutos borró del mapa a la población de Armero.
De entre las cenizas, varios de sus sobrevivientes eran niños. Ya han pasado 31 años y hoy la mayoría de esos niños sacados del lodo son olvido.
“Al día de hoy tenemos en nuestra lista 334 niños registrados en la base de datos de la fundación y 21 niños, hoy adultos, con los que estamos cruzando el ADN”, explica Francisco González, director de la fundación Armando Armero.
“Lo más difícil son los recursos, lo más difícil es la apatía de los colombianos y sobre todo la espalda que ha dado y sigue dando el ICBF a esta causa que nos toca a todos”, añade González.
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Hoy Francisco tiene un nuevo proyecto: embotellar agua, líquido de consumo vital de los colombianos, con la memoria de Armero.
Han sido etiquetados 12 rostros de los niños de Armero en una producción de 12 mil botellitas de agua que necesitan ser contadas para que otras 300 historias de nuestros niños de armero puedan ser contadas.
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¿En qué consiste la propuesta que usted tiene para poder difundir las botellas de agua?
“Muchos niños de Armero fueron llevados a terminales de transporte, a hospitales y muchos colombianos los acogieron de buena fe y de mala fe y nunca los devolvieron. Entonces algún niño de estos se puede identificar o algún amigo o familiar puede comunicarse con nosotros y decir ‘yo vi a este niño’”.
Historias de niños como Jesús Manuel y Nubia Isabel, los hermanitos Perdomo, tenían 8 y 7 años y se los llevó la avalancha junto con su padre. Gladys, la mamá, despertó 15 días después de ser rescatada preguntando por ellos.
Gladys volvería a saber de sus hijos 27 años después cuando los identificó en este video.
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“Fui y miré y era el niño mío, ahora en este momento no sé la vida de él. Sé que está vivo, así como salió el niño, salió la niña”.
Claudia Mercedes es la madre de Andrés Felipe Cubides Ramírez, para la época su pequeño tenía cinco años y lo había dejado al cuidado de sus padres, ella estudiaba odontología en la capital. Ese último fin de semana se despidió de su pequeño con un presentimiento.
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“Yo le digo a mi mamá que me quiero llevar a Andrés porque me daba temor el tema de la inundación y ella me dice: ‘no hija no te preocupes’. Yo estaba en exámenes finales y me dice ‘ya prácticamente en una semana estas aquí’. A las cinco de la tarde yo me estoy despidiendo de Andrés y ya”.
Claudia volvió a saber del su hijo 15 días después de la avalancha.
Un amigo se comunica y les cuenta que en la televisión donde presentaban a los sobrevivientes habían presentado unos niños y que el había visto un niño que había dicho: ‘yo me llamo Andrés Felipe Cubides y mi mamá se llama Claudia’.
Fue el inicio de una búsqueda frenética: el video lo ve 25 años después.
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“Y confirmo que Andrés sobrevive a la tragedia y siempre lo he buscado porque fueron muchos los niños que sobrevivieron a la tragedia. Yo vi muchos niños en los albergues, en todas partes, yo vi los niños”.
Estas dos madres saben que sus hijos sobrevivieron.
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De manera sorpresiva y ante cámara les entregamos las botellas que llevan la etiqueta de sus hijos desaparecidos.
En su empeño el director de la Fundación Armando Armero tiene una propuesta para asegurar el consumo del agua.
“Queremos que el premio nobel de la Paz y la Oficina del Alto Comisionado para la Paz tengan en cuenta esta agua para las zonas de concentración. Pienso que es preferible consumir esta agua apoyando una causa de víctimas y no apoyando a multinacionales”, dice.
¿Si su idea es proponerle al premio nobel de Paz también piensa hacerlo con la guerrilla?
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“Ya enviamos una carta y respondieron que sí están interesados y que ojalá pueda entrar el agua a esas zonas y apoyar a víctimas que no han sido tenidas en cuenta en este país”.
Armero ha sido una de las más grandes tragedias de la humanidad, pero sin lugar a dudas la postragedia que han vivido estas familias las ha mantenido en el abandono y la indolencia nacional.
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