El sacerdote Ernesto Díaz Cuenca, de 64 años, se contagió por el contacto con el primer caso de coronavirus en el Huila, un caso importado de Italia.
Recuerda que el cuerpo no le respondía. A los cuatro días no soportó la intensidad de los dolores y fue sedado.
“Arrastraba los pies. Aquí estoy sentado, pero yo no puedo caminar. Si me levanto me puedo caer. Estoy en ese proceso de recuperación a través de fisioterapias”, cuenta el sacerdote.
Con un gesto de victoria saliendo de la UCI y ya en la zona de hospitalizaciones el sacerdote celebró la vida: “yo soy un milagro de Dios. De eso no hay ni la menor duda porque estuve a 0,2 puntos de la muerte. Ni siquiera los médicos de la clínica daban un peso por mí”.
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Asegura que su cuerpo fue destruido por el virus y que el domingo de resurrección Dios lo resucitó, cuando sus feligreses lo lloraban.
El mensaje para toda la gente es: “Cuídense, hagan caso, sean obedientes, escuchen, porque esto es grave, grave, grave”, puntualiza.