“Mi papá le tumbó los dientes a mi mamá. Todo borracho le pegaba y la tiró contra el piso”, recuerda entre lágrimas este joven de 30 años que ya lleva en su cuerpo las cicatrices de 16 puñaladas.
El día en que dice haber matado a su papá, a los 18 años, “entro en la casa de mi mamá y lo primero que pillo en la ropa de mi hermanito es un arma”.
No soportó más y afirma que tuvo que hacerlo “porque sentí una pena en el alma que me tocaran a mi mamá”.
Dice que su familia lo quiere mantener encerrado, pero él quisiera regresar a su hogar y, tal vez, retomar el camino.
Sin embargo, la droga es lo único que lo hace vivir.
Ella, sostiene, sirve para “aliviar el alma y para aliviar el cuerpo”.
Sebastián, que habita en las calles de Medellín, dice que alcanzó a hacer algunos semestres de Ingeniería Electrónica y Derecho, pero su más grande sueño, si pudiera escapar de las redes del vicio, sería convertirse en artista. “Eso es lo que yo más amo en la vida”, expresa entre lágrimas, que lo acompañan en cada palabra que emite al hablar de su vida.
Conozca su historia y la de otros cinco habitantes de la calle en la más reciente emisión de ‘Séptimo día’.
[Vea: ¿Qué siente un habitante de la calle? Un periodista se puso en su piel]
Updated: octubre 31, 2016 02:53 p. m.