Nelson Mandela nació el 18 de julio de 1918, con el destino escrito: sucedería a su padre como jefe de la tribu xhoxa. Lo que no estaba escrito en los libros de su familia era que renunciaría a su herencia para luchar por una Sudáfrica democrática, multiétnica y en paz.
Se graduó en 1942 como abogado de la Universidad del Witwatersrand en Johannesburgo. Dos años más tarde ingresó al Congreso Nacional Africano, un grupo activista que luchaba contra la opresión a la raza negra.
En 1952 inició el primer bufete de abogados negros, junto con su compañero Oliver Tambo.
“Hay miles de africanos que tienen buena educación, especialmente en temas relacionados con los problemas que padece África. La pregunta frente a la educación no tiene nada que ver con el cuestionamiento al voto, la gente puede votar incluso sin educación, lo cual es bueno”, dijo el expresidente sudafricano en una ocasión.
Mandela empezó a ser buscado por la Policía por promover manifestaciones contra el régimen del Apartheid, que excluía a la comunidad afrodescendiente de lugares públicos e impedía que miembros de distintas razas contrajeran matrimonio.
Por aquel entonces, el joven Mandela fue condenado a nueve meses de prisión, le prohibieron participar en actividades de protesta y lo obligaron a permanecer en Johannesburgo.
Mandela se inspiró en la lucha pacífica de Mahatma Gandhi, pero la marcha de Sharpeville marcó la vida del líder africano. Allí terminaron masacrados los manifestantes que protestaban pacíficamente contra las leyes de pases, documentos que limitaban el acceso de negros a zonas reservadas a blancos. 68 personas murieron y 180 resultaron heridas.
Esa fue una de las razones por las que Mandela tiempo después, se entrenó militarmente en Argelia e Inglaterra y regresó a Sudáfrica en 1962.
Ese año fue detenido bajo el cargo de rebelión y fue condenado a cinco años de cárcel. Sin embargo, las investigaciones dieron con documentos que lo implicaron con otros delitos y, junto a un grupo de activistas, recibió el castigo de cadena perpetua.
En la cárcel padeció tuberculosis, lo que obligó al Gobierno a ordenar su libertad para evitar una condena internacional por si el líder llegaba a morir en prisión. Tras 27 años, Mandela abandonó su celda en 1990.
Mandela fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1993 y se convirtió, un año después, en el primer presidente negro de la historia de Sudáfrica.
Al terminar su mandato, en 1998, tomó la vocería en temas mundiales como la pobreza y el sida. “Para hacer historia tenemos que cumplir cada promesa, una por una, no nos rindamos ahora. Hagámosle saber a los políticos que los estamos vigilando”, decía.
En 2010, un trágico suceso ocurrió en su familia; a puertas del mundial de fútbol Sudáfrica 2010, Zenani, una de sus bisnietas, murió en un accidente de tránsito al regresar de un concierto que, precisamente, celebraba el inicio de la que se suponía sería una fiesta.
Mandela no asistió a la inauguración pero sí a la clausura del evento.
Meses después le dedicó a su joven bisnieta, de tan solo 13 años, "Conversaciones conmigo mismo", el último libro que escribió en vida y en el que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, quien estuvo a cargo del prólogo, lo describía como el símbolo de la lucha por la justicia, la igualdad y la dignidad.
Un símbolo al que hoy se le agotó la vida.
Updated: diciembre 05, 2013 05:41 p. m.