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Es normal que ante el desconocimiento de los mundos digitales algunos adultos sientan cierto “susto” o “temor”, pero no se puede evadir una realidad que requiere acompañamiento, más cuando los menores de edad son vulnerables a usos inadecuados de la tecnología.
La jefe de la unidad de salud mental del Instituto Roosevelt, Liliana Betancourt, explicó que en los menores de edad “hay una inmadurez emocional, hay conceptos que apenas se están armando, conceptos de límites, de normas, de rutinas, autorregulación y privacidad”.
Según Betancourt, la tecnología y las redes sociales hacen parte de la cotidianidad y el factor más importante de protección que tienen los menores es el vínculo con sus padres.
Para que esta relación se mantenga y se fortalezca, la especialista enfatizó en la importancia de ofrecer confianza a los menores, para que sepan que pueden contar con un adulto en caso tal de que tengan dudas con el uso de la tecnología.
Los adultos deben asumir responsabilidades en cuanto al entretenimiento, distracción y juego de sus hijos. Existen guías oficiales en internet, con respaldo científico, que comparten estrategias para el uso responsable de la tecnología.
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Los riesgos de la tecnología están ahí e ignorarlos no los hace desaparecer, por ello, es importante prestar atención a los cambios sutiles que tengan sus hijos, bien sea en los patrones del sueño, conductas, ánimo o rendimiento académico.