El 27 de septiembre se conmemoran 30 años del desastre más grave que ha sufrido Medellín: 500 muertos, 200 desaparecidos y más de 2.400 damnificados.
Ese día, según estiman expertos, entre cuarenta mil y cincuenta mil toneladas de tierra limo arcillosa mezclada con roca se desprendieron del cerro Pan de Azúcar, a una altura de 1.960 metros sobre el nivel del mar, y cayeron sobre unas 100 casas -algunas de madera otras de adobe y otras de bahareque- del barrio Villatina Parte Alta, en inmediaciones de lo que eran la calle 56 con carrera 17.
Eran las 2:40 de la tarde cuando, cuentan sobrevivientes de la hecatombe como el líder comunitario José Joaquín Calle que en ese entonces tenía 14 años, una explosión similar a la que produciría un avión al estrellarse contra una montaña alteró la rutina.
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La velocidad con la que el alud se apoderó de la calle 56, la principal y única pavimentada que tenía lo que personas como Gloria Quiroz considera era un caserío, no les dio tiempo a los asistentes a una fiesta en la que se celebraba una primera comunión de reaccionar y los pocos vecinos que alcanzaron a hacerlo solo tuvieron tiempo de resignarse y comenzar a buscar entre los escombros, a gritar entre los gritos y a quitarse el pantano de sus ropas para volver a empantanarse en la búsqueda de sus seres queridos.
No había comunicación vía internet y no existían los teléfonos móviles, por lo que los encargados de transmitirles la mala noticia a las autoridades fueron los vecinos por medio de teléfonos alámbricos y las mismas autoridades que por los radios policiales comenzaron a pedir ayuda, pues, según recuerda el periodista Rodrigo Martínez, creían que se trataba de un atentado.
“Lo primero que hicieron fue mandar Ejército y policías”, recuerda el experimentado comunicador, que en ese entonces trabajaba para una cadena radial.
Martínez se enteró de la noticia cuando recibió una llamada a su oficina, se asomó por la ventana y vio una montaña caída en el centro oriente de Medellín.
Fotos: Cortesía Periódico El Mundo
La exsenadora Piedad Córdoba, que era la secretaría general de la alcaldía de Medellín, le contó a Noticias Caracol que tan pronto supo la noticia, el entonces alcalde de la ciudad, William Jaramillo Gómez, ordenó a sus secretarios de despacho y demás funcionarios que se trasladaran a la zona.
Fue ese mandatario, que falleció en 2001, el encargado de enfrentar una accidente para el que la ciudad no estaba preparada, que fue calificado por el Centre For Research on The Epidemiology of Disasters de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) como uno de los 10 desastres urbanos más importantes del mundo.
Durante la noche, los vecinos transformados en rescatistas y los socorristas vestidos de ángeles buscaban en medio de la tierra, del fango y la desazón algún milagro. Los únicos medios con los que contaban para hacerlo eran sus manos, picas, palas y pequeñas linternas con las que buscaban rostros, partes humanas y ropas en medio de la oscuridad.
Al día siguiente esos rieles, como describen exhabitantes del barrio a la calle 56, estuvieron atestados de periodistas, bomberos, policías, Ejército y funcionarios que trataban de salvar lo poco que ya quedaba. Adriana Arango, hoy funcionaria del área de comunicaciones de la Alcaldía de Medellín, se estrenó como periodista el lunes 28 de septiembre, el día después de la tragedia. Lo que vivió la marcó para siempre.