Lo batía en sus manos Eduardo Martínez, que viajó a Medellín a buscarse unos pesitos y, de paso, ver al papa Francisco en el Olaya Herrera.
“Nos dio un mensaje a los jóvenes muy lindo, ¡qué verraquera!”, dijo este hombre de 55 años casi al borde del llanto.
“¿Salió tocado de la Eucaristía?”, le pregunto. Inhala una bocanada profunda de aire, agacha la cabeza, la levanta y contesta: “Y quién no”.
Eduardo llegó el viernes a Medellín. En su casa, en Dosquebradas, quedaron su mujer y su hija, a quienes les contará la experiencia que acaba de marcar su vida.
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Los abanicos los vendía a 5.000 pesos.
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