Las zonas limítrofes que ayer vieron los horrores del terror paramilitar hoy ven pasar a miles de migrantes que lo arriesgan todo para llegar a Colombia.
El vehículo avanza por una carretera polvorienta y deja atrás el corregimiento de Juan Frío, en las afueras de Cúcuta, Norte de Santander. Justo por la línea fronteriza que divide a Colombia y Venezuela.
Cruza un puesto de control del Ejército colombiano y, paradójicamente, a solo dos minutos los contrabandistas se mueven a su antojo.
El guía conoce bien el movimiento en estas trochas por eso sabe quién manda en la zona.
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“¿Hacia allá quién domina?: la guerrilla. ¿Y en este lado?: los paramilitares”.
Más arriba se encuentran unas viejas construcciones abandonadas de la época en que el bloque Fronteras de los paramilitares operaba en la zona.
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Quizás uno de los puntos que más representa la barbarie en la región es un horno; una vieja ladrillera que fue utilizada para incinerar a cientos de desaparecidos aquí en la región, estas paredes fueron testigo de un genocidio que aún no conoce el número de víctimas.
Aunque en los procesos de Justicia y Paz hablan de 560 víctimas, la gente en la región dice que ‘por ahí pasó la cuenta’. Wilfredo Cañizares, defensor de derechos humanos y director de la Fundación Progresar, conoce bien la historia.
“Fue una orden de Salvatore Mancuso que le ordenó al señor Iguano para que desapareciera los cuerpos de personas que estaban siendo asesinadas en la zona del área metropolitana de Cúcuta, porque, según Mancuso, estaba recibiendo presiones por el alto número de homicidios cometidos por las autodefensas”, dice Cañizares.
Aunque hace parte de un pasado reciente, lo que más preocupa a la gente de la región es lo que se está moviendo hoy.
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“Hay un grupo que se llama los sinaloas que está limpiando la zona para la cuestión de narcotráfico”, dice un habitante.
¿El cartel de Sinaloa, o sea los mexicanos?: “ajá, se están apropiando de Ureña y San Antonio ellos tienen la idea de que van a acabar con todos esos otros grupos y están combatiendo con el cartel de Los Soles que es un grupo narcotraficante de Venezuela”.
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Los campesinos de la zona saben que estos movimientos están ocurriendo y temen una nueva ola de violencia.
“Y hoy en día no queremos volver a eso otra vez; queremos que el Ejército Nacional esté siendo zona de frontera, yo he visto que en muchas partes del mundo tienen las fronteras resguardadas y esta frontera la tienen abandonada”, asegura otro campesino.
Unas cruces en el camino recuerdan a los que han caído en estas peligrosas trochas que transitan los venezolanos en medio de la crisis migratoria. Pese al peligro, muchos prefieren enfrentar el miedo.
¿Ustedes saben que ese viaje es riesgoso y que representan muchos peligros?: sí, y podemos perder la vida. ¿Y ustedes insisten?: sí, porque nosotros los venezolanos somos luchadores, guerreros.
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Gente como Norelys Mejía, que se la jugó con su pequeña hija en otra trocha cerca a San Antonio.
“Todos han pasado por aquí y les ha ido bien y he escuchado que varios venezolanos han muerto por pasar en la trocha y antes de cruzar pregunté y me dijeron que no es por aquí sino por Arauca”, relata.
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Para Wilfredo Cañizares, mientras la ilegalidad y crimen organizado sigan campeando en esas trochas el número de víctimas seguirá engrosando la lista de desaparecidos.
“Hemos encontrado en la frontera 22 actividades ilegales, hay 8 grupos armados ilegales, de guerrilla, paramilitares y bandas locales que tienen control sobre la frontera. Mientras existan estas realidades operando con impunidad siempre va a existir el riesgo de que un ciudadano colombiano o venezolano sea desaparecido”, dice el investigador.
Ya en el cruce del rio Táchira termina una de muchas travesías de los migrantes que se jugaron la vida en las trochas y lograron cruzar la frontera con éxito.
Pero el camino es largo y el exilio no conoce de cansancio y deben seguir adelante en un viaje que parece no tener fin.
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