En Barranquilla, un equipo médico logró una intervención quirúrgica que marcó un hito a nivel mundial. En enero de 2024, una mujer embarazada por tercera vez enfrentó una difícil noticia: el feto presentaba gastrosquisis, una condición congénita en la que los intestinos crecen fuera del cuerpo, lo que ponía en riesgo su vida. Los Informantes acompañó a los especialistas durante esta operación pionera, realizada mientras el bebé aún estaba en el útero, y que hoy es considerada una hazaña de la ciencia hecha en Colombia.“Con lágrimas y aplausos dentro del quirófano estamos haciendo un hito a nivel mundial. En ese punto tú dices de verdad, vale la pena ser médico, ser investigador y asumir estos riesgos porque puedes transformar la vida de un ser humano”, relató el ginecólogo y obstetra Miguel Parra, quien lideró esta intervención sin precedentes.Tras una ecografía, María de los Ángeles Lugo recibió una noticia confusa, angustiante y devastadora: la vida de su bebé corría peligro dentro de su vientre. “Yo no tenía ni idea de qué era la gastrosquisis. El ombligo de mi bebé no se había cerrado bien y se le salían las asas intestinales”, contó la madre.Según el especialista, quien lleva años investigando cómo curar la gastrosquisis dentro del útero para que los bebés nazcan completamente sanos, este fue el primer procedimiento exitoso de reparación fetoscópica de gastrosquisis, una técnica revolucionaria realizada en Colombia por primera vez.Aunque afirmó que lo complicado de esta condición es que no se puede solucionar cuando el bebé nace porque es “muy tarde” y las “lesiones que han ocurrido van a llevar a la muerte o deterioro que no le permite tener una vida digna”.¿Qué es la gastrosquisis?Se trata de un defecto congénito en el que los intestinos, y en algunos casos otros órganos, se desarrollan fuera del cuerpo del bebé a través de una abertura en la pared abdominal, cerca del ombligo. Por la complejidad de esta condición y los riesgos que implica, a muchas madres gestantes que reciben un diagnóstico de gastrosquisis se les sugiere considerar la interrupción del embarazo.Miguel Parra detalló que esta condición ocurre entre 4 o 6 de cada 10 mil nacimientos en el mundo y “va en aumento”, además, agregó que “el 6% fallecen antes de nacer, el 20% en la etapa prenatal y hay un porcentaje variable de un 20% que nacen con un síndrome de intestino corto quedan o con secuelas gigantes”.En el caso de la bebé Maía, conocida como la ‘bebé milagro’, logró nacer completamente sana y sin secuelas que afectaran su desarrollo.Así se realizó la primera cirugía a un feto en el úteroMaría de los Ángeles, de 25 años, nació en Venezuela, pero su madre es colombiana. Contó que, tras experimentar un fuerte dolor abdominal, los médicos le informaron que su bebé tenía gastrosquisis. Gracias al diagnóstico oportuno, se sometió a la primera cirugía de este tipo realizada en Colombia, con el objetivo de salvarle la vida a su pequeña Maía.“Yo pensé lo peor, pensé: ‘se me complica, me sacan la bebé, se me muere’”, dijo en un principio María de los Ángeles. Aunque la reparación fetoscópica de gastrosquisis ya se había intentado en Estados Unidos y Europa, el verdadero ‘milagro’ ocurrió por primera vez en Barranquilla, marcando un hito médico como una innovación exitosa sin precedentes en Colombia.La mujer tenía 25 semanas de embarazo cuando se realizó el procedimiento, el cual duró varias horas. La cirugía consistió en extraer el útero y colocarlo sobre el abdomen materno, para luego drenar el líquido amniótico y reemplazarlo con un gas; luego entrar a la placenta con una cámara e instrumentos diminutos para empujar los intestinos hacia adentro.Finalmente, los especialistas suturaron cuidadosamente el orificio para evitar que los órganos volvieran a salir, reintrodujeron el líquido amniótico y colocaron nuevamente el útero en su lugar. Un procedimiento que ha requerido años de investigación y que hoy representa una verdadera hazaña en la ciencia.A pesar de los riesgos, Maía nació sana y salva unos meses después de la cirugía. “Habíamos tenido los riesgos controlados, teníamos la experiencia y logramos primero que todo devolver los intestinos adentro y que la bebé naciera en perfectas condiciones”, afirmó Parra.Cabe resaltar que este médico, oriundo de Boyacá, ha realizado más de 40 cirugías intrauterinas, incluyendo decenas de intervenciones para corregir malformaciones en la columna de fetos y un caso inusual en el que un bebé venía con otro bebé dentro de su cuerpo, y ambos nacieron sin complicaciones. Ahora, a su trayectoria se suma un nuevo hito: la primera reparación fetoscópica de gastrosquisis exitosa en el mundo.Según el especialista, esta intervención quirúrgica podría salvar la vida de cerca de 200 niños cada año en Colombia. Aunque a primera vista puede parecer costosa, en realidad reduce significativamente los gastos en cuidados médicos y cirugías posteriores, al prevenir complicaciones graves desde antes del nacimiento.“La ciencia médica en Colombia en Latinoamérica deben empoderarse y entender que sí se puede hacer medicina de alto nivel aquí”, concluyó el especialista Miguel Parra, quien hoy le da esperanza a decenas de miles de madres en todo el mundo.
Flor Rojas Cuesta ha vivido los últimos 19 años con un hueco en el alma. Su hijo Beyer Harbey Díaz Rojas desapareció en medio del conflicto armado en Colombia y la vida de su familia se transformó en una espera angustiante. Beyer tenía apenas 20 años cuando fue asesinado, según le dijeron, en la vereda El Placer, municipio de Cumaribo, Vichada. Pero nunca le entregaron su cuerpo. Nunca hubo un entierro. Nunca hubo un cierre.“Mi mayor anhelo es darle cristiana sepultura y saber dónde está, porque no sé dónde está él. Quiero encontrar sus restos. Necesito salir de esta incertidumbre, tener paz en mi corazón, descansar de este dolor tan tremendo”, repite Flor. Junto a ella ha estado siempre su hija, Eliana Vanessa Díaz, hermana de Beyer que también ha vivido entre el duelo y la esperanza. Lo recuerdan como un joven sencillo, trabajador, que apenas comenzaba su vida adulta. “Él trabajaba en una finca como peón, ordeñaba vacas, sacaba el ganado. [Dicen] que lo mataron por disputas de tierras de grupos ilegales en esa zona”, recuerda Eliana.La familia vive en Bucaramanga y durante los años siguientes a la desaparición y muerte de Beyer, en el ir y venir entre Bogotá y Bucaramanga, poco y nada lograron saber sobre dónde estaban los restos del joven y cómo podrían recuperarlos para poder despedirlo como deseaban.El hombre que les ofreció esperanzaEn abril de 2023, cuando ya parecían agotadas todas las vías, apareció en sus vidas Omel Alejandro Velásquez Vega, un hombre que se presentó como abogado con contactos en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Unidad para las Víctimas. Decía tener experiencia en trámites similares y mostró documentos que parecían oficiales. Les habló de una base de datos de cuerpos sin identificar en la zona donde desapareció Beyer. Según él, podría identificar cuál era el correcto y tramitar la entrega. “Nos mostró unos documentos donde decía que había más de 300 cuerpos en la región, que iba a clasificar por edad, fecha y rasgos. Que haría estudios para encontrar a mi hermano”, cuenta Eliana. Por su gestión, Omel Alejandro no pidió grandes sumas de entrada. Comenzó solicitando dinero para viáticos, fotocopias y trámites menores. Luego, en junio de 2023, compartió más documentos falsos: confirmaciones de la JEP y de la Unidad para las Víctimas de su trabajo en la búsqueda del cuerpo y unas solicitudes de exámenes de ADN. Para esto último pidió $800.000 por cada muestra genética para comparar con unos restos que, según él, tenían coincidencia con Beyer. Pronto llegaron los resultados: coincidencia del 99,9 % con los padres. Flor y Eliana rompieron en llanto, finalmente iban a sepultar a Beyer. Entonces la familia reunió más dinero. En total, entre 50 y 60 millones de pesos, producto de años de trabajo, ahorros y sacrificios, fueron entregados a Omel Alejandro. Empezaron incluso a planear la misa, a diseñar la lápida para el cementerio y a coordinar la sepultura. Pero esto nunca pasó.Jugó con el dolor de una familiaLa ilusión de la familia Díaz Rojas comenzó a resquebrajarse en agosto de 2023. Alejandro les envió un archivo PDF con la imagen de un cheque que supuestamente les giraría el Estado como compensación. Eliana, con algunas dudas, fue a verificar al banco. Allí le dijeron que el logo que aparecía en el documento “no lo usamos hace dos años”. Era falso.Al confrontarlo, Omel Alejandro mantuvo su versión. Dijo que ya tenía los restos, que solo faltaban unos formularios y que debían cremar el cuerpo. Pero algo no encajaba. Entonces Eliana decidió acudir directamente a la JEP. Allí le confirmaron lo que temía: todo era una mentira. No había registros, no había trámites, no había cuerpo. “Es un cobarde. Juega con el dolor ajeno, no tiene corazón”, dice Flor.¿Quién es Omel Alejandro Vásquez y qué responde al respecto?Sétimo Día pudo confirmar que Omel Alejandro Velásquez Vega no es abogado, no tiene tarjeta profesional en Colombia. Al consultar con las entidades con las que supuestamente estaba gestionando el trámite de la familia, confirmaron que tampoco es funcionario ni está vinculado con la JEP ni con la Unidad para las Víctimas.Harvey Danilo Suárez, secretario ejecutivo de la JEP, explicó que “lamentablemente, personas inescrupulosas se aprovechan del sufrimiento y se presentan como abogados o intermediarios ofreciendo contactos y respuestas falsas”. Gloria Cuartas Montoya, directora encargada de la Unidad para las Víctimas, fue aún más directa: “Si hay tramitadores afuera que estafan, esos carteles tienen puntos de enlace. Hoy tenemos 9.348 casos de quejas, más de 3.000 sustentadas ante la Fiscalía. Es urgente profundizar las investigaciones”.Este programa intentó contactarlo por múltiples medios para que respondiera a la denuncia en su contra, pero no fue posible obtener respuesta. Según información recopilada, el hombre sería oriundo de Garagoa, Boyacá, donde cursó primaria y bachillerato. Sin embargo, familiares informaron que ya no vive allí y que se habría radicado fuera del país.La familia de Beyer denunció a Omel Alejandro Velásquez Vega el 1 de septiembre de 2023 ante la Fiscalía, por estafa y falsedad en documento público. Mientras tanto, la tumba que la familia mandó a hacer sigue vacía, la misa no se celebró y su herida sigue abierta. La mamá de Beyer tiene claro su deseo: "Quiero que lo lleven a la cárcel porque es lo que se merece”. Ella y su hija no solo buscan justicia, también esperan que su historia sirva como advertencia a otras familias víctimas del conflicto, para que no caigan en las mismas redes de mentiras y manipulación emocional.
En Colombia, un porcentaje significativo de niños y niñas crecen en hogares donde uno de los progenitores, generalmente el padre, está ausente. Según un estudio de mediados de 2024 realizado por la Universidad de La Sabana, un 80% de los niños nacidos en nuestro país son criados solo por sus madres, creciendo con la ausencia de una figura paterna presente. Es por eso que cada papá presente y amoroso con sus hijos es un rasgo a resaltar y, en Antioquia, existe uno que es padre y madre de cuatro niñas.Carlos David Salazar conoció a Carolina Morales a través de una plataforma de citas para católicos. Desde el principio, su conexión fue profunda, marcada por valores compartidos y un anhelo común: construir una familia grande y amorosa, como las que ambos admiraban de sus abuelos. Durante siete años mantuvieron un noviazgo sólido, lleno de sueños y planes, hasta que el 6 de septiembre de 2014 se juraron amor eterno frente al altar.Pocos meses después del matrimonio, Carolina quedó embarazada. La noticia los llenó de ilusión, pero pronto se convirtió en tristeza cuando perdieron al bebé que esperaban. A pesar del dolor, la pareja mantuvo la fe. Tres meses más tarde se enteraron que Carolina estaba embarazada de gemelos. Esta vez, todo marchó bien. Aunque en un principio pensaron que serían niños y planeaban llamarlos Eduardo y Gregorio, la sorpresa fue doble: llegaron dos niñas, María Camila y María Elisa."Estuve todo el tiempo al lado de ella, me tocó ver el nacimiento de cada una, tomar fotos, haciendo chistes con el médico. Carito hablaba con nosotros. Nacieron con solo dos minutos de diferencia", recuerda Carlos David. Fue un parto normal y ambas niñas nacieron sanas, llenando de alegría el hogar en Rionegro, Antioquia.Sorpresa por partida dobleSin planearlo, nueve meses después, Carolina despertó a su esposo con una sorpresa. En una cajita le guardó una prueba de embarazo positiva que decía "Saludos, papá". Emocionados, imaginaron que esta vez podrían tener el niño que tanto anhelaban. Pero el destino tenía otros planes. En la ecografía, el médico abrió los ojos con asombro y los miró con cara de susto. "¿Doctor, todo está bien?", preguntó Carlos. La respuesta fue inesperada: "Van a ser papás de gemelos otra vez".La noticia fue impactante. "Uno también siente miedo, es un reto demasiado grande y en muy poco tiempo", dijo Carlos. Pero Carolina, con su serenidad habitual, respondió: "Dios nos quiere mucho, nos está confiando otras dos almas". La probabilidad de vivir dos embarazos de gemelos idénticos es de 1 entre 700 mil nacimientos.Esta segunda gestación no fue tan llevadera como la anterior. Carolina padecía una enfermedad autoinmune que complicó su salud durante el embarazo. Y otra vez, la posibilidad de tener varones se desvaneció cuando les confirmaron que esperaban otras dos niñas. A pesar de las dificultades, la pareja llegó al hospital el 20 de septiembre de 2017 ilusionada y tranquila, lista para recibir a las nuevas integrantes de la familia por cesárea.Carlos recuerda ese día en el quirófano con claridad. Propuso llamar a las niñas María Alejandra y Laura María, pero el médico sugirió evitar repetir el "María". Carolina, entre risas, lo apoyó. Finalmente nacieron Alejandra y Laura, sanas pero pequeñas, y pasaron sus primeros días en la UCI. Todo parecía marchar bien, hasta que ocurrió lo impensable.El adiós más inesperadoMinutos después del nacimiento, mientras Carlos iba a tomar fotos de sus hijas recién nacidas, recibió una noticia devastadora. Carolina había sufrido un paro cardíaco. "Me dicen que en ese momento dijo: 'me siento un poco indispuesta'. Tosió dos veces y se le apagaron todos los signos vitales". Los médicos intentaron reanimarla 13 veces, la operaron dos veces y entraron al quirófano con múltiples equipos.Carlos no quiso abandonar la sala. "Yo les dije: 'yo no me voy a salir, mi esposa me necesita en este momento, yo me quedo en esta silla y no les pongo pereque'". Vio durante dos horas cómo luchaban por salvarla. Le dijeron que las probabilidades eran del 10%, pero él no perdía la fe. "Tenía 39 años, no le dolía una muela, alcanzó a ver a sus dos hijas y ya". Carolina murió por un tromboembolismo cardiopulmonar causado por líquido amniótico, una complicación que ocurre en 6 o 7 de cada 100 mil nacimientos.Solo con cuatro pequeñasEn un abrir y cerrar de ojos, Carlos se convirtió en padre y madre de cuatro niñas menores de dos años. Estaba perdido, de luto y sin idea de cómo seguir. Pero no estaba solo. Familiares, amigos y hasta vecinos se volcaron en apoyo. Le llevaban pañales, comida, juguetes. Las Marías y las recién nacidas encontraron consuelo en la red de amor que se tejió a su alrededor."He sido de carácter fuerte toda la vida, pero la mejor escuela de paciencia que Dios me ha mandado son estas niñas", asegura Carlos. Aprendió a bañarlas, alimentarlas, calmarlas y aunque al principio reconoce que fue torpe, hoy domina cada rutina.Llegó una quinta hijaEl tiempo pasó y Carlos encontró una nueva compañera. Aunque esa relación no funcionó, de esa unión nació Isabella, la quinta niña que llegó a ampliar aún más su universo femenino. "Me he vuelto muy práctico con estas mujeres, he aprendido a entenderlas. Para uno como hombre que tiene un chip distinto, me ha tocado aprender esa naturaleza femenina, entender los gustos de cada una, los estilos".Hoy, las Marías tienen 9 años y Alejandra y Laura 7. Isabella es la más pequeña. Las cinco comparten una vida llena de risas, peleas, juegos y cariño. Aunque cada una tiene su personalidad, todas coinciden en algo: la fuerza de su papá. Carlos es el pilar de este hogar donde la ausencia de Carolina se convierte en memoria viva, y donde el amor no se ha fragmentado, sino multiplicado.La familia Salazar funciona con sus propias dinámicas. Carlos ha tenido que aprender todo sobre trenzas, uniformes, tareas escolares y crisis emocionales. Ha enfrentado preguntas difíciles con honestidad y ha sostenido a sus hijas con una ternura que rompe estereotipos. "Ellas son mi fuerza y mi motivo todos los días", dice con orgullo.A pesar del dolor, esta es una historia de esperanza, resiliencia y reinvención. La vida, con todas sus pruebas, le dio a Carlos David Salazar cinco razones para seguir adelante. Y él las abraza cada día, con amor, valentía y la certeza de que no está criando solo hijas: está formando mujeres fuertes, como lo fue su madre Carolina, como son ellas mismas.
Acceder a subsidios o beneficios por parte del Gobierno es un proceso que algunas personas no realizan por desconocimiento o falta de asesoría. Trámites y procesos que normalmente se realizan directamente con las entidades del Estado, están siendo realizados inescrupulosamente por personas que se hacen pasar por intermediarios o contratistas de las mismas y les prometen a los ciudadanos ayudarlos. Séptimo Día conoció las historias de cinco campesinos que aseguran haber sido víctimas de un mismo hombre, que a nombre de la SAE y la Agencia Nacional de Tierras, les prometió cumplirles el sueño de tener su propio terreno.Hernán Bustamante es un campesino de 64 años que fue desplazado del Urabá antioqueño hace dos décadas, pero nunca perdió la esperanza de tener y trabajar en su propia tierra. Actualmente vive con su familia en Mariquita, Tolima, donde con esfuerzo y dignidad, buscaba un nuevo comienzo. El mismo anhelo lo tenía Jaqueline Triviño, una mujer de 39 años, hija de agricultores, formada en producción pecuaria y madre de dos niños, también en Mariquita. Al otro lado del Magdalena, en La Dorada, Caldas, Omar Villamizar, de 58 años, cultivaba también el sueño de tener una finca propia en la que pudiera trabajar con su familia.Lo que une a estos tres colombianos, además de sus raíces campesinas, es la tragedia de haber sido víctimas de una misma estafa: la de Jairo Ramón Agámez, un hombre de 76 años, oriundo de la Costa Atlántica, que durante más de dos años los hizo creer que el Estado les entregaría predios rurales.Una farsa con nombre y apellidoSegún las denuncias, Agámez se presentaba como presidente de la asociación Asodescagua, y aseguraba tener un convenio con la Agencia Nacional de Tierras y con la Sociedad de Activos Especiales (SAE). Usaba este supuesto vínculo para realizar reuniones, mostrar documentos con logos institucionales y prometer fincas productivas a cambio de pequeñas sumas de dinero por hectárea. “Él dice que Petro no va a regalar tierras, que hay que pagar por cada hectárea 10 mil pesos, a cada persona se le dan 14 hectáreas y a los que somos desplazados cinco más en forma de pago”, cuenta Hernán Bustamante. Todos coinciden en que los documentos que presentaba parecían oficiales, hablaba de fincas que supuestamente estaban siendo entregadas y mencionaba nombres de funcionarios de ambas entidades para dar credibilidad. La propuesta sonaba coherente para quienes sabían que la reforma agraria del Gobierno Nacional avanzaba y que los predios incautados por el Estado estaban siendo adjudicados. El problema es que ninguno sabía que, para ser beneficiario de esto, tenían que realizar directamente el trámite con las entidades. Todos creyeron en el supuesto intermediario, pero Jairo no era funcionario, ni tenía convenio alguno con las entidades.Mientras Agámez les aseguraba que estaba gestionando sus respectivos trámites con las entidades, les pedía algunas sumas de dinero que parecían poco ante el beneficio que sería recibido, pero que igualmente a ellos les costaron mucho esfuerzo. Omar Villamizar recuerda que le entregó más de cinco millones de pesos entre agosto de 2022 y octubre de 2024. Jaqueline Triviño le entregó seis millones. Hernán Bustamante, cinco. En total, solo ellos tres le entregaron 16 millones de pesos destinados a un sueño en común: tener su propio predio.Pero la trampa no se limitó a Mariquita o La Dorada. En Turbo, Antioquia, Eduardo Ortiz, también de 76 años, asegura que le entregó a Agámez 34 millones de pesos. “Él nos prometió conseguirnos una tierra primero en arriendo, después de cierto tiempo había oportunidad para pasarlas a nombre de nosotros, pero que teníamos que pagar una póliza”. También Yesenia Sánchez, joven de 32 años de La Dorada, quien en su desesperación llegó a pedir préstamos. “Me dijo que en 2 o 3 meses salían las tierras. Al principio me pidió 700 mil pesos y luego más plata en cada reunión. Le entregué como un millón que eran ahorros y muchas veces me tocó pedir prestado porque tenía la ilusión de que me dieran mi tierra”.La verdad sale a floteFue a finales de 2024 cuando las primeras dudas de las víctimas surgieron. Las tierras no llegaban, los documentos no avanzaban y el responsable no les daba respuesta. Cuando comenzaron a reclamarle, Agámez reaccionó con agresividad. “Cuando uno despierta y le hace reclamos, él no lo deja hablar a uno, ‘cállese que usted no sabe nada’ y con eso atemoriza a la gente. Esa es la idea de él”, cuenta Omar. Hernán agrega que incluso ha usado amenazas: “Si le toca sacarle una pistola, se la saca. Entonces a la gente le da miedo y por eso no hacen el reclamo”.Ante las respuestas insuficientes de Jairo Agámez, llamaron a las entidades y ahí descubrieron una dolorosa realidad. La SAE dijo que no conocía a Jairo. Los listados, sellos y nombres eran falsos. “Nos dimos cuenta que todo era un engaño. Lo que él tenía eran nombres de fincas, pero no había nada real”, dice Yesenia Sánchez.Desde enero de 2025, Jairo dejó de contestar llamadas y cambió varias veces de número. Al verse acorraladas, las víctimas decidieron denunciarlo ante la Fiscalía. ¿Qué responde Jairo Agámez?Séptimo Día encontró a Jairo Agámez en un lugar de la La Dorada, Caldas, en el que suele reunir a los campesinos interesados en recibir su asesoría para conseguir sus tierras. Frente a las cámaras de este programa negó ser un estafador. “Estoy dispuesto a responder ante la justicia. Aquí en La Dorada hay más de 40 denuncias en mi contra y yo estoy acá, yo no me he ido”. Sin embargo, cuando se le mencionaron los casos específicos, cambió su versión y alegó que las mujeres lo acosaban. “Todas esas mujeres me están pasando factura porque en su momento hubo un encuentro con ellas. La mayoría de esas mujeres que me están acusando a mí es porque me quisieron agarrar a mi de cajerito automático”, aseguró. Jaqueline Triviño negó categóricamente esas afirmaciones. Y en el caso de Omar Triviño, aseguró que todo nace por una riña personal que hay entre ellos.¿Qué dicen las entidades?La Agencia Nacional de Tierras y la SAE aclaran ante Séptimo Día que ningún trámite requiere intermediarios y que ninguna persona está autorizada para cobrar dinero por la entrega de tierras. Amelia Pérez Parra, presidenta de la SAE, fue enfática: “Ese señor no hace parte de nuestra entidad. Yo no firmo listados de predios para que los vayan a ofrecer. Todo se hace vía institucional, sin trámites de por medio y sin costos”.César Santoyo Santos, inspector de tierras de la Agencia Nacional de Tierras, lo confirma: “Cualquier ciudadano interesado en acceder a predios del Estado puede inscribirse directamente, no necesita terceras personas. Es un derecho que se gestiona sin pagar por ello”. Tanto la SAE y la Agencia Nacional de Tierras aseguraron, luego de conocer estos casos, que presentarán acciones legales. Ninguna de las dos reconoce vínculo alguno con Agámez ni con su asociación.Los afectados esperan que el caso no quede impune. A la fecha, todos están en espera de que la Fiscalía avance en las investigaciones. Mientras tanto, sus sueños de tener una finca propia están en pausa, empañados por la desilusión y la desconfianza. Jairo Agámez, por su parte, sigue en libertad y, aparentemente, organizando las reuniones en las que indica a los campesinos que tiene fincas y predios que la SAE y la Agencia Nacional de Tierras les van a entregar.
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