
De nada sirvió el esfuerzo de ecologistas para liberarlo. El animal no logró escapar del cautiverio y su final fue el de una tragedia anunciada.
El delfín Honey murió en la más infinita soledad, atrapado en una pequeña piscina del Acuario y Parque Marino de Inobosaki, en Japón.
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Durante meses, la ONG Dolphin Project luchó por rescatar y trasladar al animal, pero las conversaciones con los responsables del acuario no prosperaron.
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Honey, un delfín hembra, permanecía en el acuario abandonado junto con 46 pingüinos y centenares de peces y reptiles. Tan solo un empleado tenía la misión de alimentarlos. En resumen, su suerte estaba echada.
La noticia de la muerte de Honey se conoció en medio del confinamiento de millones de personas en el mundo por cuenta del coronavirus COVID-19.
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En el Día de la Tierra, el duelo es por Honey, uno de los tantos animales víctima de la crueldad del hombre.
De poco sirven los arrepentimientos si no van acompañados de acciones. El planeta necesita de más y mejores seres humanos dispuestos a hacerlo habitable y sostenible para todos.
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