Gracias a su nieto, quien consiguió el vehículo y el lugar preciso, el abuelo logró cumplir el capricho que había tenido toda la vida.
Un garaje ya dispuesto para ser derrumbado y todas las precauciones necesarias fueron la garantía para que el osado anciano consiguiera la hazaña.
Asegura que a su edad, una aventura como esa es difícil de superar.