Sin identificación, siquiera una licencia de conducir, Carlos se arriesga para trabajar en múltiples y duros oficios para mantener a su familia.
Este bogotano emigró hace 18 años de Colombia, en donde trabajaba en una venta de carros.
“Uno viene con el sueño americano, pensando que va a conseguir dinero acá y todo, pero nunca se cumple ese sueño. Hay que pagar, pagar y pagar los billes (facturas) y trabajar, trabajar y trabajar, y nunca se puede ahorrar”, reconoce.
Todos los días Carlos sale junto a uno de sus hijos para enfrentar ese “rebusque diario” que lo llevó a aceptar los oficios más impensados: “He estado lavando carros, haciendo aseo en dealers, instalando puertas, pintando. He hecho como unos 30 trabajos que no hacía en mi país”, relata.
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Como Carlos, son miles las historias inmigrantes sin documentos, seguro médico y/o licencia de conducir que se arriesgan día a día.
“Si te puedo hablar del miedo, esto es a diario. No tener una identificación estatal, no poder tener una licencia de conducir. Desde el momento que manejo me estoy arriesgando a ser deportado”, declaró Julio Calderón, inmigrante hondureño.
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