"A veces fallecen inocentes, pero no es intencional sino a causa de los combates. Esta guerra tiene su precio", dijo Fuad Masum, mandatario iraquí.
La tragedia tuvo lugar entre el 17 y el 18 de marzo, en medio de operaciones de apoyo aéreo a la ofensiva terrestre que adelantaba el bando aliado contra los extremistas.
Mosul, segunda ciudad en importancia de Iraq, se encontraba sitiada por los islamistas y las acciones para quitarles el bastión avanzaban de manera inclemente.
Sobre la cifra de fallecidos hubo disparidad entre diversas fuentes. Mientras el alto comisionado de la ONU habló de 307 civiles muertos y 273 heridos, las autoridades de Bagdad hablaban de que la cifra de víctimas mortales rondaba las 200 personas.
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Amnistía Internacional, por su parte, calificó los bombardeos como ataques “desproporcionados” e “indiscriminados”, violatorios del derecho internacional humanitario y advirtió que como tal podían constituir crímenes de guerra.
Un llamado de las autoridades iraquíes a los habitantes de Mosul oeste, para que no salieran de sus viviendas, constituiría la prueba de que el gobierno de ese país sabía las consecuencias de la acción armada aérea.
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La mayor parte de las víctimas fallecieron cuando intentaban buscar refugio, de acuerdo con asociaciones humanitarias.
El barrio Al Mosul al Yadida tras el ataque quedó reducido a escombros. Varios días después, los cuerpos de los fallecidos seguían bajo los escombros.
Cuatro meses después y luego de 265 días de crueles combates, Mosul fue liberada del control de Isis. Sin embargo, la magnitud de la tragedia del bombardeo enmudeció cualquier tipo de celebración estruendosa.
La de Mosul fue la masacre de civiles con más víctimas en Irak desde 2003.
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