Reiteró que su informe no exonera al presidente de EE. UU. por obstrucción de la justicia, lo que alienta a opositores a iniciar un proceso de destitución.
Robert Mueller rompió este miércoles su imagen de fiscal especial discreto al hablar por primera, y seguramente última vez, de la espinosa investigación sobre la trama rusa en las elecciones de 2016 que hizo temblar la Casa Blanca durante casi dos años.
Su declaración en una fría sala del Departamento de Justicia fue fiel a su reputación: precisa y factual. Pero una voz temblorosa y algunos tics desvelaron la emoción del alto funcionario de 74 años, que anuncia su salida del ministerio para regresar "a la vida privada".
"Hablo hoy porque nuestra investigación terminó", recordó, en referencia al informe publicado por el secretario de Justicia, Bill Barr, en una versión recortada a mediados de abril.
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Retomando las líneas principales del documento de 448 páginas, Mueller dejó que el Congreso sacara sus propias conclusiones. Y a pesar de las preguntas de los parlamentarios, no quiso añadir nada ante ellos. "El informe es mi testimonio", dijo.
Durante más de 20 meses, Mueller proyectó una amenaza silenciosa sobre el presidente, Donald Trump, sin desvelar qué elementos había reunido en su investigación.
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En la sombra
Indiferente al ruido mediático y a la algarabía política, el fiscal especial, de 74 años, fue tirando metódicamente de todos los hilos que tenía a su disposición en busca de la verdad.
Mueller tiene dos años más que Trump. Al igual que él proviene de una familia acomodada del noreste de Estados Unidos. Frecuentó instituciones académicas de prestigio, pero la comparación se acaba aquí.
El presidente tiene una personalidad extravagante que bordea lo escandaloso, omnipresente en el panorama mediático, en contraste con la calculada austeridad de Mueller.
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Vestido siempre con traje oscuro, Mueller no busca la atención. En 2008, en un discurso para conmemorar el aniversario del FBI había citado al tenista Arthur Ashe, para quien "el verdadero heroísmo es notablemente sobrio y muy poco espectacular".
Desde que fue nombrado para dirigir la investigación sobre la trama rusa, en mayo de 2017, siempre se cuidó de permanecer en la sombra, mientras rascaba información entre documentos judiciales.
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El presidente Trump siempre procuró no atacarlo directamente, aunque tildó una y otra vez la investigación de "caza de brujas" y acusó al fiscal de ser "parcial", pero sin la violencia que suele emplear en sus tuits.
Respetado
Robert Mueller es un exoficial de los Marines y fue distinguido por su valor en combate durante la guerra de Vietnam. Esta es otra diferencia con Trump, que se libró de la guerra por razones médicas. Luego Mueller consagró su vida al servicio público, mientras Trump hacía fortuna en el sector inmobiliario.
Después de sus estudios de Derecho, Mueller sirvió como fiscal investigando con la misma tenacidad la banda Hells Angels, la mafia o los banqueros deshonestos.
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Como número dos del Departamento de Justicia durante la presidencia de George Bush padre, supervisó la investigación por la explosión del avión Boeing sobre la localidad escocesa de Lockerbie que dejó 270 muertos en 1988.
Fue nombrado director de la policía federal una semana antes de los ataques del 11 de septiembre de 2001 y permaneció en el cargo durante 12 años, el mandato más largo después del récord que tuvo el fundador del FBI, Edgar Hoover.
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Una prueba de su independencia fue que en 2004 amenazó con dimitir si el presidente George Bush hijo persistía con un controvertido programa de escuchas extrajudiciales.
Cuando su mandato de 10 años estaba por expirar, el presidente demócrata Barack Obama le pidió en 2011 que permaneciera a la cabeza del FBI. Otra prueba del respeto unánime que genera es que esa prórroga fue aprobada por el 100% de los senadores.
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