
En el corazón de Bogotá, tras los gruesos muros de una antigua prisión construida en 1874, se esconde uno de los patrimonios más valiosos del país: el Museo Nacional de Colombia, ubicado en la edificación más antigua del país y de América con estas dimensiones, custodia más de 20.000 piezas entre arte, arqueología, etnografía e historia, muchas de las cuales el público jamás ha visto. Noticias Caracol realizó un recorrido exclusivo por las reservas ocultas del museo, donde se conservan verdaderas joyas del pasado colombiano.
Por los pasillos silenciosos del Museo Nacional de Colombia alguna vez caminaron los presos más peligrosos del país. Hoy, en lugar de reclusos, sus muros guardan un tesoro nacional: miles de piezas históricas que narran la historia de Colombia, muchas de ellas resguardadas celosamente en "puertas falsas" que solo unos pocos tienen el privilegio de abrir. La edificación abrió sus puertas como museo el 12 de mayo de 1948 y desde entonces conserva una basta colección de arte. Solo una fracción se encuentra expuesta al público y el resto permanece guardada en salas especializadas, protegidas del paso del tiempo por estrictos controles de humedad, luz y temperatura, y al cuidado de expertos conservadores.
Estos son los objetos ocultos del Museo Nacional de Colombia
Uno de estos espacios es la reserva de textiles, donde se preservan piezas únicas como un conjunto de nueve banderas enviadas por el Mariscal Sucre desde Perú entre 1824 y 1825. Estos emblemas históricos, bordados con hilos reales, exhiben los escudos de Castilla, Aragón, Granada y los leones reales, junto con la flor de lis que representa a la casa Borbón.

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Entre estas banderas, destaca un estandarte real atribuido a Francisco Pizarro, confeccionado hace más de 400 años. Aunque su delicado estado no permite su exhibición permanente, fue mostrado brevemente en una gaveta climatizada. No obstante, como parte de la celebración del bicentenario de la República, estas banderas serán expuestas al público a mitad de año.
Las voces materiales de los pueblos originarios
Otra de las joyas ocultas del museo se encuentra en la reserva etnográfica, un espacio que resguarda cerca de 3.800 piezas pertenecientes a comunidades indígenas y afrocolombianas. Aunque los visitantes no pueden entrar, una pared de vidrio permite observar desde fuera parte de estos tesoros culturales.
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Una de las piezas más llamativas son los tocados de plumas utilizados por sabedores y médicos tradicionales del Putumayo durante rituales con yagé. Junto a ellos, destacan collares elaborados con alas de coleópteros, insectos utilizados en ceremonias entre pueblos indígenas de las selvas del sur del país y el Ecuador: "Son collares que circularon entre pueblos, producidos en Ecuador, pero entregados en intercambios ceremoniales en Colombia", explicó Andrés Góngora, encargado de esta reserva.
El trabajo de conservación también se realiza a puerta cerrada. Tabita Serrano, conservadora principal de esta colección, mostró cómo se restauran las piezas fragmentadas. Se trata de La barca de los espíritus, elaborada por el pueblo Wounaan. Junto a ella, otros objetos precolombinos son cuidadosamente restaurados por conservadores como Serrano, quien también explicó los procesos detallados para devolver la integridad estructural a piezas que han llegado vueltas pedazos.
Las piezas no expuestas al público de Fernando Botero
La reserva de arte es otro de los espacios restringidos del museo, y en ella se encuentra una de las colecciones más valiosas del maestro Fernando Botero. Conformada por 91 obras, la mayoría no está en exhibición permanente por falta de espacio. En la reserva, se conservan obras de su etapa más crítica, cuando retrató con crudeza la violencia que ha azotado al país. Inspirado por noticias que le impactaron, Botero decidió representar escenas dolorosas de la historia de Colombia como una forma de denuncia social.

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Pero ¿por qué una obra de tal magnitud no está en sala? La respuesta es simple: no hay espacio suficiente, pues el museo fue una prisión que cerró por hacinamiento y hoy vive el mismo fenómeno: hacinamiento de piezas; las reservas y salas están al límite de su capacidad. Por esta razón, el museo ha impulsado un proyecto de expansión, que incluye el uso de terrenos contiguos actualmente ocupados por el Colegio Mayor de Cundinamarca y el Colegio Policarpa Salavarrieta.
"Los museos no solo exhiben, sino además de eso, un papel fundamental de ellos es coleccionar, entonces salvaguardar aquel patrimonio que es importante para las personas de un determinado territorio como nuestro caso. Creo que también es una invitación a que volvamos a pensar el museo de todas las personas, que de una u otra manera intervienen en la existencia del mismo para poder dar la posibilidad de este espacio adicional", explicó uno de los curadores del Museo Nacional de Colombia.
Desde el jardín central del Museo Nacional, con vista a las rejas que alguna vez encerraron a criminales y ahora custodian arte e historia, la periodista María Lucía Fernández concluyó el especial de Noticias Caracol invitando a conocer de estos espacios culturales en Bogotá.
Con información del especial Camine con Malú
VALENTINA GÓMEZ GÓMEZ
NOTICIAS CARACOL
vgomezgo@caracoltv.com.co
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