Gonzalo Clopatofsky le tenía respeto a la velocidad, a pesar de ser un osado joven automovilista. Un día, mientras manejaba su carro particular por una vía del norte de Bogotá, atropelló a una persona y eso lo marcó de por vida.
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Clopatofsky arrolló accidentalmente a una persona que estaba cambiando una llanta. La falta de visibilidad y el cansancio acumulado contribuyeron a este trágico incidente, que afectó profundamente a Gonzalo. Este evento, aunque doloroso, se convirtió en una oportunidad para reflexionar y aprender, reafirmando su convicción sobre la importancia de respetar la velocidad, reveló su amigo y empresario del sector automotriz Santiago Mejía en Expediente Final.
El piloto siempre enfatizó en la necesidad de tratar la velocidad con el respeto que merece. Aprendió de su maestro, Jorge Cortés, que ser un piloto no solo implica habilidad, sino también una gran responsabilidad.
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Conducir un automóvil de carreras es como tener un arma cargada en las manos, y requiere de un criterio claro y una conducta responsable, esa era su filosofía, según recuerda su hermano Juan Pablo Clopatofsky.
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Para el experimentado piloto, el autódromo de Tocancipá era más que un lugar de competencia; era su hogar, el lugar donde se sentía más vivo. Irónicamente, fue en este mismo lugar donde encontró la muerte en el 2014.
Su hermano y otros amigos continúan rindiéndole homenaje cada vez que se ponen el casco y salen a la pista. Para ellos, mantener viva su memoria es una forma de honrar su legado.