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La dura deportación de una pareja colombiana tras 35 años en EE. UU.: "Esposados de manos y pies"
Tras 35 años en EE. UU., Gladys y Nelson fueron deportados. Separados de sus hijas y su nieto, hoy enfrentan el dolor del desarraigo y la esperanza de volver a reunirse con su familia.
Tras 35 años en EE. UU., Gladys y Nelson González fueron deportados.
Gladys y Nelson González emigraron a EE. UU. hace 35 años cruzando la frontera por Tijuana en busca del sueño americano. Lograron establecerse, trabajaron con esfuerzo, pagaron impuestos y formaron una familia. Sin embargo, nunca lograron regularizar su estatus migratorio. En Los Informantes
relataron cómo fue su deportación y el profundo dolor de haber sido separados de sus hijas y de la vida que construyeron durante más de tres décadas.
“Yo tenía en ese tiempo 18 años. Nelson tenía 22 años y estuvimos unos días en la Ciudad de México y después nosotros viajamos a Tijuana. O sea, nosotros cruzamos por Tijuana. En la frontera era que había un cambio de guardia a la media noche. Mientras salían los oficiales y entraban eran un lapso de que unos 15, 30 minutos y en ese momento era cuando la gente cruzaba. En ese tiempo no existía el muro”, reveló Gladys.
Así llegaron ambos en 1989 a Estado Unidos, pasaron caminando por la playa de Tijuana, México, a San Diego, en California. Soñaban con alcanzar el anhelado sueño americano.
“Trabajamos en muchas cosas, desde lavar platos, limpieza, pintar apartamentos, en una temporada de nuestra vida que tiramos 7 días a la semana periódico a partir de las 2 de la mañana hasta las 6 de la mañana. Ya nació a los 2 años nuestra primera hija”, contó Gladys.
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Se casaron, se convirtieron al cristianismo y, con mucho esfuerzo, lograron establecerse en Estados Unidos, pese a las barreras del idioma y las diferencias culturales. Llegaron con muchas ilusiones y metas, incluyendo la intención de legalizar su situación migratoria.
En ese nuevo país nacieron sus tres hijas: Jessica de 33, Stephanie de 28 y Gabriela de 23, todas ciudadanas estadounidenses. Nelson obtuvo su permiso de trabajo, lo que le permitió sacar adelante a su familia.
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Complicaciones en su situación migratoria
En 1994, su solicitud de asilo fue rechazada debido a inconsistencias en la fecha de ingreso al país presentadas ante la corte migratoria. A partir de entonces, comenzaron un largo proceso de apelaciones. Mientras esperaban una decisión definitiva, continuaron renovando su permiso de trabajo año tras año.
"Nos dio orden de deportación por eso. Entonces, desde ese tiempo nosotros empezamos a apelar nuestro caso. Hicimos de todo lo que fue posible, apelar al circuito, apelar a la Cámara”, dijo Gladys.
Gladys y Nelson González se reportaron durante 13 años regularmente ante inmigración, pero no tuvieron una respuesta a su favor.
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Durante 13 años se reportaban regularmente ante inmigración
. “Primero era cada 2 meses, cada 3 meses, cada 6 meses, después fue cada año”, contó Gladys. Aunque les renovaban los permisos, seguían siendo ilegales.
“Siempre fuimos conscientes de que íbamos a salir. Lo único que nunca de la manera como nos sacaron, ese 21 de febrero fue drástico, fue cruel”, señaló Gladys.
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Así fue la deportación
El 21 de febrero de 2025 asistieron, como de costumbre, a su cita migratoria, sin imaginar que esta vez todo sería distinto. Fueron esposados y trasladados sin previo aviso, con apenas lo que llevaban puesto. Sus hijas permanecieron en Estados Unidos, junto a su nieto, a quien no podrán ver crecer.
“Ese día sentí que dejaba mi familia atrás. Hasta ese momento estaba todo como perfecto, bonito, o sea, yo iba a trabajar, llegaba y disfrutaba de nuestros nietos porque yo podía hacer mi propio horario y sí, en ese momento cuando nos arrestaron, eso me dolió muchísimo de la manera como a mi esposa la esposaron. Yo solo le podía decir a ella perdóname”, relató Nelson.
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Pagaron más de seis abogados distintos durante estos años hasta que les llegó la mala hora. Las autoridades migratorias los separaron. Gladys y Nelson González pasaron a engrosar la lista de los colombianos ilegales detenidos para embarcarlos desde Estados Unidos de regreso a nuestro país. Para el primer trimestre del año iban 13 vuelos y 1359 connacionales deportados.
La familia que había construido con tanto amor y esfuerzo se rompió en dos. El camino de vuelta a Colombia no fue nada fácil. Vivieron un proceso de detención doloroso: esposas, traslados nocturnos, revisiones corporales, y largas horas en centros de detención, separados y sin información clara.
“Nos encierran en un cuarto y ya nos empapelaron. Ahí nos esposas en las manos, en el abdomen y en los pies. Yo llevaba medias cortas y les digo ‘Me está cortando’ y me dijeron ‘No hay afán’”, recordó Gladys.
De nuevo en Colombia, relataron lo que vivieron en la deportación tras vivir 35 años en Estados Unidos
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“Me sacaron de ese lugar a medianoche y me dijeron: ‘No tenemos por qué darle ninguna explicación’. Me trasladaron de Los Ángeles a San Diego. Ingresé al centro de detención a las tres de la mañana. Me tomaron fotos, huellas, todo el proceso de ingreso, como un preso. Me dieron uniforme. La primera semana fue muy dura, no paraba de llorar”, agregó.
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En una de las escalas, tuvo la fortuna de ver a sus hijas durante 45 minutos
. Fue un encuentro breve, pero un bálsamo en medio del desconsuelo. “Luego de la visita, te sacan a un cuarto y básicamente te tienes que quitar toda la ropa. Te revisan por completo, yo no me esperaba eso”, dijo Gladys.
Tras pasar por varios estados recogiendo otros inmigrantes que serían deportados, Gladys fue la primera en abordar el avión de regreso a Colombia y al rato vio a su esposo subirse. Van a regresar como salieron. “Para volver a empezar como extranjeros. Somos de aquí, pero Bogotá está grande, está cambiado totalmente”, afirmó Nelson.
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En medio de lágrimas, la pareja intenta vivir un día a la vez, aunque el dolor de estar lejos de sus hijas y de su nieto es una herida abierta que no deja de doler. La incertidumbre sobre el futuro y la sensación de haber sido arrancados de su vida en EE. UU. los acompaña cada día.
Por otro lado, sus hijas solo sienten orgullo por el esfuerzo y sacrificio que hicieron sus padres para darles un mejor futuro. Según la política migratoria, una persona deportada no puede solicitar ningún tipo de visa durante 10 años. Aun así, los González están dispuestos a intentarlo todo nuevamente.