
La deportación de la pareja colombiana Gladys y Nelson González después de 35 años en Estados Unidos marcó profundamente a sus tres hijas: Jessica, Stephanie y Gabriela. Los Informantes conoció el testimonio de las jóvenes que se quedaron en EE. UU., enfrentando la separación de sus padres y el impacto emocional de esta tragedia familiar, pues ellas son ciudadanas americanas y permanecerán en el país en el que nacieron.
La noticia de la deportación de sus padres llegó de manera abrupta y devastadora para las hijas de Gladys y Nelson González. Jessica, la mayor, recuerda que pese a estar ilegales era un tema que no se tocaba en la familia: "Mis papás no hablaban de eso mucho porque no nos querían asustar".
La familia había vivido en una especie de burbuja, tratando de mantener la normalidad a pesar de la incertidumbre legal que siempre los acompañó por más de tres décadas.
El día de la deportación, Gabriela estaba en el trabajo cuando recibió un mensaje de su hermana Jessica: "Yo estaba en el trabajo y Jessica escribió que mis papás estaban detenidos. No les dijeron nada, solo les dieron una llamada". La noticia fue un golpe inesperado y doloroso, que dejó a las hermanas en un estado de shock y confusión.
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La lucha por mantener la unidad familiar
A pesar de la distancia y la separación, las hijas de Gladys y Nelson han tratado de mantenerse unidas y fuertes. "Que se preocupen por ellos, que nosotros vamos a estar bien, que estén unidos y que se preocupen por ellos", contó Jessica. La familia ha intentado apoyarse mutuamente, aunque la ausencia de sus padres es una carga emocional difícil de sobrellevar.
Las tres hermanas han tenido que adaptarse a una nueva realidad sin la presencia de sus padres. Jessica, Stephanie y Gabriela han encontrado consuelo en su fe y en la comunidad que las rodea. La iglesia, donde sus padres dedicaron tanto tiempo y esfuerzo, ha sido un pilar de apoyo durante este difícil proceso. "Necesitan sentirse orgullosos por el trabajo que ellos hicieron de mis hermanas y yo y pues también el trabajo que hicieron en la iglesia", afirmó una de las hijas.
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El orgullo por el esfuerzo de sus padres
Las hijas de Gladys y Nelson sienten un profundo orgullo por el esfuerzo y sacrificio que sus padres hicieron durante sus años en Estados Unidos. La dedicación de sus padres a la familia y a la comunidad es un legado que ellas valoran y respetan.
La historia de trabajo duro y perseverancia de Gladys y Nelson es una fuente de inspiración para sus hijas. Desde lavar platos y limpiar apartamentos hasta trabajar en exámenes médicos, sus padres hicieron todo lo posible para darles una vida mejor y cumplir el anhelado sueño americano.
"Trabajamos en muchas cosas, desde lavar platos, limpieza, pintar apartamentos, en una temporada de nuestra vida que tiramos 7 días a la semana periódicos a partir de las 2 de la mañana hasta las 6 de la mañana. Ya nació a los 2 años nuestra primera hija", afirmó Gladys.

La incertidumbre del futuro
La deportación de sus padres ha dejado a las hijas González en una situación de incertidumbre. Aunque ellas pueden continuar con sus vidas en Estados Unidos, la separación de sus padres y la imposibilidad de reunirse con ellos en sueño estadounidense durante los próximos 10 años es una realidad difícil de aceptar.
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"Ahorita viviendo un día a la vez, las hijas están allá, pero sabemos que tenemos un castigo de 10 años de no regresar al país, no podemos, pero vamos a intentar", afirmó Gladys.
Sin embargo, la familia mantiene la esperanza de encontrar una manera de reunirse nuevamente. "Vamos a intentar", afirmó Gladys, reflejando el espíritu de lucha que siempre ha caracterizado a esta familia.
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"Que se preocupen por ellos, que nosotros vamos a estar bien, que estén unidos y que se preocupen por ellos", reiteró Jessica, mostrando la fortaleza de la familia González.
El día de la entrevista con Los Informantes a sus hijas les quedaban pocas horas en Colombia y regresarían a Estados Unidos, pues habían llegado a visitarlos y a acompañarlos mientras se acomodaban en Bogotá en un apartamento arrendado por algunas noches en la capital del país.

La familia González, separada por las políticas migratorias, sigue unida en espíritu y en la lucha por superar esta difícil etapa de sus vidas.