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“Disparen y maten”: crudo relato de sobreviviente de masacre en bar de Medellín que dejó 25 muertos

En junio de 1990, decenas de personas fueron asesinadas en el bar Oporto, en Medellín, dejando familias destrozadas. Los Informantes conoció el testimonio de uno de los tres sobrevivientes.

Sobreviviente de masacre del bar Oporto, en Medellín
Esa noche, al menos 15 hombres encapuchados y fuertemente armados irrumpieron en el bar Oporto, asesinando a 25 personas.
Los Informantes

El sábado 23 de junio de 1990, los medios de comunicación alertaron sobre una de las peores tragedias vividas en Medellín. Esa noche, al menos 15 hombres encapuchados y fuertemente armados irrumpieron en el bar Oporto, un popular lugar frecuentado por jóvenes universitarios y profesionales. Luego, ejecutaron a sangre día a 25 personas.

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Los Informantes conoció el testimonio de Camilo Jaramillo, uno de los tres únicos sobrevivientes de esta masacre. “Nos tiraron al piso y alguien empezó a gritar: ‘Disparen y maten’”, recordó Jaramillo, quien tenía 21 años cuando salió a compartir con sus amigos aquella noche al bar Oporto.

Una trágica noche

Se acaban de cumplir 35 años de la escalofriante masacre en el bar Oporto. Ese día, Camilo Jaramillo salió a compartir con sus amigos, sin imaginar que viviría una de las noches más aterradoras de su vida. Ese 23 de junio, la selección Colombia fue eliminada del Mundial de Italia tras perder un partido decisivo.

“Habíamos terminado el semestre en la universidad y nos encontramos con unos amigos...Entramos un rato a Oporto, y mientras estábamos ahí, yo entré al bar a pedir que cambiaran la música cuando sentimos una mano de disparos afuera”, contó.

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Los presentes en el bar Oporto pensaron que iban a secuestrar a alguien, ya que el lugar era frecuentado por jóvenes de universidades prestigiosas de Medellín y la violencia e inseguridad estaba disparada en Colombia. En los 90, el auge del narcotráfico era latente, las bombas explotaban y unos meses antes Luis Carlos Galán había sido asesinado. Además, la guerra entre el Cartel de Medellín y el de Cali arreciaba.

“Esa gente fue muy eficiente en su operación porque es que a nosotros nos rodearon, nos sacaron y solamente decían ‘caminen, afuera y al piso’”, reveló Jaramillo.

Asesinaron a 25 personas a sangre fía

Jaramillo relató que, al ver ingresar a los hombres armados, intentó escapar por un cuarto donde se almacenaban las bebidas, ya que desde allí se llegaba a una calle en la parte trasera de la taberna. Sin embargo, al abrir la puerta, se encontró de frente con otro sujeto que estaba apuntando con un arma.

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“Todos salimos corriendo, en ese momento tenía la mente en blanco”, dijo Jaramillo, quien recordó que al salir del lugar vio a un grupo de al menos 15 personas vestidas con pasamontañas y botas militares, armados con pistolas y mini uzis. Uno de ellos tenía una ruana y les daba órdenes que seguían con precisión. No buscaban a nadie en particular.

Los atacantes ordenaron a los presentes que se tendieran boca abajo en el suelo del parqueadero de la discoteca, ubicada en las afueras de Medellín. Luego, sin mediar palabra, procedieron a ejecutarlos con disparos a quemarropa.

Esa noche, Camilo Jaramillo logró sobrevivir, pero sus amigos no corrieron con la misma suerte. “Después de los tiros, delante de mí estaba Lucas y estaba vivo en ese momento. Yo traté de tocarlo y me acuerdo que me dijo: ‘no me toques que me duele mucho’ y fue lo último que dijo porque él murió ahí”.

Camilo Jaramillo recibió nueve disparos y se hizo el muerto

Este estudiante de Administración de Empresas sintió cómo el miedo lo invadía mientras las balas zumbaban en sus oídos y los gritos de las víctimas se desvanecían poco a poco. Tenía nueve impactos de bala en el cuerpo y permaneció inmóvil, desangrándose, hasta estar completamente seguro de que los asesinos se habían ido. “Entre un disparo y el siguiente yo sentía como si pasara una hora, yo pensaba como ‘estoy vivo, ese no fue’”.

Tras el ataque, Camilo Jaramillo logró levantarse con vida, con la fortuna de que ninguno de los disparos comprometió órganos vitales. “Yo me hice el muerto, yo tenía la cara llena de sangre de los que mataron al lado”, afirmó.

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Su relato es estremecedor. A pesar de que han pasado 35 años desde aquella noche, los recuerdos siguen intactos en su memoria. “Yo a ratos digo que yo los perdono y prefiero como que me dé tranquilidad eso, pero al mismo tiempo digo ‘es que bueno, yo me salvé, pero ¿cuántos de mis amigos se murieron?, ¿cuánto sufrimiento generó eso porque unos tipos les dio la gana de ir y matar al que fuera?’”, dijo.

Camilo Jaramillo lleva consigo un dije con la bala que, en su momento, pasó a pocos centímetros de su columna vertebral y que fue retirada de su cuerpo tiempo después por los médicos. “Está era la bala que literalmente me hubiera matado... El daño que esto hace, no solamente acaba una vida, sino familias, sueños”, aseguró.

El giro inesperado de su vida tras la masacre

Su recuperación fue sorprendente, sin secuelas graves ni estrés postraumático, es capaz incluso de recordar anécdotas de esa trágica noche. Camilo aseguró que desde ese momento volvió a nacer y que su vida tomó un rumbo completamente distinto.

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Mientras estudiaba Diseño Gráfico, comenzó a trabajar en una funeraria, una experiencia que lo llevó a descubrir su verdadera vocación. Aseguró que desarrolló una profunda empatía que le permite comprender el dolor que atraviesan las familias tras la perdida de un ser querido.

Por eso, tras graduarse como diseñador, decidió viajar a Estados Unidos para especializarse en el embalsamamiento de cuerpos. Una decisión difícil de aceptar para su familia, que llegó a pensar que esa elección estaba motivada por el trauma vivido en el bar Oporto.

“Yo no trabajo con muertos, yo trabajo con los vivos, yo trabajo con las familias, yo trabajo con la gente. Hago labores de preservación de las personas sin vida para presentarlos, pero todo mi trabajo se centra en los vivos”, enfatizó Jaramillo, quien estudió 3 años Licenciatura en Ciencias Funerarias en Nueva York.

Un crimen que quedó impune

La investigación por la masacre en el bar Oporto prescribió sin que se hiciera justicia. Aunque en su momento se señaló extraoficialmente a Pablo Escobar como el autor intelectual, versiones recientes señalarían a miembros del Bloque de Búsqueda de la Policía Nacional como presuntos perpetradores.

Hoy, en el lugar donde ocurrió la tragedia, no existe ni una placa que recuerde a las víctimas. Lo único cierto es que la justicia colombiana no actuó, y este crimen quedó en la impunidad.

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El testimonio de Camilo Jaramillo no solo da voz a quienes ya no están, sino que revela una herida profunda en la memoria de un país que aún espera justicia y respuestas.