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Noticias Caracol El rastro Codicia que mata: comerciantes fueron traicionados vilmente por familiares y amigos

Codicia que mata: comerciantes fueron traicionados vilmente por familiares y amigos

El rastro de estos casos revela hasta dónde puede llegar la ambición, incluso por encima de los lazos afectivos. Una niña de tan solo dos años presenció uno de los crímenes.

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La ambición por el dinero es, en muchos casos, el detonante de lamentables crímenes que dejan familias destruidas y llenas de dolor. El Rastro conoció dos historias impactantes en las que el deseo de plata llevó a personas cercanas a sus víctimas a cometer actos inimaginables. Así ocurrió con el ganadero y prestamista Luis Carlos Gómez, su esposa, y, en un hecho aislado, con el comerciante Hugo Alirio Álvarez.

Niña de 2 años quedó huérfana

En La Dorada, Caldas, el reconocido ganadero y prestamista Luis Carlos Gómez, de 64 años, fue asesinado en su casa y durante dos días su hija de 2 años estuvo junto a su cadáver. El crimen ocurrió el 16 de abril de 2015 y la primera hipótesis apuntaba a que su esposa, y madre de la niña, podría estar relacionada con los hechos, pues inicialmente no encontraban rastro de ella.

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Luis Carlos Gómez tenía hijos de relaciones anteriores,siempre veló por su crianza y fomentó entre ellos la hermandad. En 2012 se casó con Viviana, veinte años menor, con quien en 2013 tuvo una hija llamada Natalia, aunque no todos estuvieron de acuerdo con esa relación.

“Llegué a pensar que la relación entre mi padre y Viviana podría ser un poco por interés, teniendo en cuenta esa diferencia de edad tan abismal y que de una u otra forma mi papá podría darle una mejor calidad de vida a Viviana claramente”, afirmó en El Rastro uno de los hijos de Luis Carlos. Sin embargo, dejando de lado las dudas, el nacimiento de la pequeña Natalia le cambió la vida y gozaba de una buena relación con su familia, mientras la bonanza de sus negocios le permitía estar tranquilo económicamente.

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Pero todo cambió de la noche a la mañana, un llamado de emergencia el 16 de abril de 2015 sacudió a la comunidad del barrio Pitalito, en el que vivía el prestamista junto a su familia. Cuando ingresaron a la vivienda, que se encontraba con la puerta entreabierta, hallaron una escalofriante escena: el cuerpo sin vida de un hombre, con múltiples heridas de arma cortopunzante y sangre a su alrededor. Además, la pequeña de 2 años llevaba dos días al lado del cadáver. En la escena del crimen había un cuchillo y un fragmento de una hoja de un bisturí, que serían las armas con las que le causaron las lesiones.

Las autoridades cuestionaban por qué Viviana, la mamá de la niña y esposa de Luis Carlos, no aparecía, y lo mismo se preguntaban los hijos mayores del prestamista. La Policía inició la investigación, teniendo en el radar a la mujer, pero dos días después el hallazgo de un cuerpo en un caño cerca de Norcasia los desconcertó.

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“Yo les decía, si ustedes creen que mi hija es culpable, busquémosla hasta encontrarla, pero yo sé que mi hija no tuvo nada que ver con eso”, relataba la mamá de Viviana. Lamentablemente, la encontraron sin vida en el caño San Javier de Norcasia. Al parecer, la asfixiaron con una bolsa.

Con este hallazgo, las investigaciones de las autoridades prosiguieron hasta que lograron develar que Mario Javier Molina, un deudor de 100 millones de pesos con vínculos cercanos a Luis Carlos, planeó el crimen junto a su familia: lo envenenaron y luego lo mataron violentamente. Viviana fue también estrangulada para ocultar el rastro.

En marzo de 2016, la Fiscalía capturó a Mario Molina y su suegra, acusados de homicidio agravado y hurto. Iván Molina, hermano del sujeto, fue investigado por su presunta participación.

Un crimen disfrazado de secuestro

Otro caso que conoció El Rastro fue el de Hugo Alirio Álvarez. Su desaparición, ocurrida en pleno confinamiento por la pandemia del COVID-19, sacudió a su familia, amigos y a toda una comunidad que lo conocía como un comerciante honesto, trabajador y sin enemigos. Lo que en un inicio parecía un secuestro, terminó convirtiéndose en un caso de homicidio premeditado que dejó al descubierto un complejo entramado de traición, resentimiento y violencia.

Todo comenzó el 14 de junio de 2020. Hugo se desplazaba hacia su conjunto residencial en el sur de Bogotá cuando fue interceptado por varias personas. La escena fue registrada por cámaras de seguridad: “Detrás de la camioneta iban unas personas. Al ver que la camioneta se detiene, abordan a la víctima y se lo llevan. Ahí miramos el secuestro”, relató Edwin Casallas, investigador del Gaula.

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El hecho fue reportado a las autoridades y de inmediato se activaron los protocolos de búsqueda. Un vecino alertó a Sandra Liliana Loaiza, expareja de Hugo, sobre lo ocurrido. Aunque al principio pensó que era una falsa alarma, al revisar los videos de seguridad confirmó que su excompañero había sido forzado a bajar de su vehículo.

El misterio se profundizó al día siguiente, cuando la camioneta de Hugo apareció abandonada. Las cámaras mostraron a uno de los implicados arrojando los tapetes del vehículo a un caño. Paralelamente, la Policía entrevistó a Elizabeth Rodríguez Ruiz, pareja actual de la víctima, quien afirmó haberlo acompañado a almorzar horas antes y luego haberse ido a su casa. En ese momento, no existían indicios sólidos para vincularla al caso.

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Días después, un ciudadano alertó a la Policía sobre un cuerpo sin vida hallado gracias al ladrido de su perro. El cadáver presentaba múltiples heridas de arma cortopunzante y fue identificado por los hijos de Hugo. A partir de allí, la investigación tomó un nuevo rumbo. Las autoridades solicitaron los registros de ubicación de los teléfonos de personas cercanas a la víctima, incluyendo a Elizabeth Rodríguez, su expareja Sandra Loaiza, y un amigo. Pero la prueba que marcaría un antes y un después llegó casi un año después: una carta anónima.

Ese documento, recibido por un familiar de Hugo, señalaba directamente a Elizabeth y a sus hijos, Claudia Marcela y Jhonnathan Stiven, como responsables del asesinato. Las sospechas se fortalecieron al descubrir que ambos jóvenes tenían antecedentes por riñas y comportamientos violentos, y que acostumbraban portar armas. Además, el rastreo de sus teléfonos los ubicó en la escena del crimen.

La revelación más impactante vino por parte de Alejandro, hijo de Hugo, quien recordó un episodio ocurrido el mismo día de la desaparición. Según relató, Elizabeth fingió un desmayo frente a la casa de su padre: “Yo le quité la chaqueta para que pudiera respirar mejor y tenía un fajo de billetes entre la pretina del pantalón. Eran unos 20 millones de pesos o más”. Este detalle levantó aún más sospechas sobre las verdaderas motivaciones detrás del crimen.

Finalmente, en julio de 2022, las autoridades capturaron a Elizabeth Rodríguez y a sus dos hijos. Durante los interrogatorios, ella confesó que “tenía un resentimiento contra Hugo”, debido a que sospechaba una relación entre él y Sandra Loaiza. Aceptó haber sido la autora intelectual del crimen y confesó haberle suministrado un medicamento a Hugo para dejarlo inconsciente antes de que sus hijos perpetraran el asesinato.

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Un año después, el 13 de julio de 2023, tras llegar a un preacuerdo con la Fiscalía, Elizabeth, Claudia Marcela y Jhonnathan Stiven fueron condenados a 18 años de prisión por secuestro y homicidio agravado.

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